sábado, 21 de agosto de 2021

Agujeros blancos


        Desde el año 2019 existe una prueba visible de la existencia de los agujeros negros, soluciones de las ecuaciones de la teoría de la relatividad de Einstein (publicada en 1916); sí, los físicos tardaron en convencerse de su existencia real. Una historia similar podría suceder con los agujeros blancos, también soluciones de la teoría de la relatividad, e igual de exóticos que sus hermanos negros, con la singularidad que evolucionan al revés. Sin embargo, para un observador son difíciles de distinguir: ambos tienen masa, gravedad, discos de acreción y objetos rotando alrededor; la diferencia consiste en que mientras entra materia en uno, en el otro sale; una nave cercana también notaría cambios, en un caso podría entrar, pero no salir, en el otro ni siquiera sería capaz de entrar. 
        Sabemos cómo pueden nacer los agujeros negros: durante el colapso del núcleo de una estrella muy masiva al llegar al final de su vida; pero albergamos dudas sobre la existencia de los agujeros blancos, porque ignoramos cómo podrían formarse. Algunos físicos (los expertos en la gravedad cuántica de bucles), forzando la imaginación, han apuntado la posibilidad de que los agujeros negros podrían morir y convertirse en agujeros blancos. La teoría de la relatividad es incapaz de pronosticar lo que ocurre en el centro de un agujero negro; porque cuando la gravedad es muy intensa no es posible ignorar los efectos cuánticos; postulemos entonces que el espacio-tiempo es cuántico (así lo considera la gravedad cuántica de bucles); como consecuencia, la materia en el interior del agujero negro formaría un objeto de tamaño mínimo y densidad extrema, pero finita (cinco seguido de noventa y seis ceros unidades del sistema internacional, algo así como cien mil trillones de soles encajados en un núcleo atómico); la gravedad cuántica ejercería la presión suficiente para impedir el colapso total. ¿Qué sucedería después? En algún instante ocurre una transición cuántica, el espacio-tiempo cambia su geometría, y el agujero negro se convierte en un agujero blanco, regurgitando la materia caída en él; se trata del fenómeno -llamado efecto túnel- que ocurre en la radiactividad. Los agujeros negros, una vez devorada toda la materia que les rodea, van reduciendo su tamaño y evaporándose; y a medida que se vuelven más pequeños aumenta la probabilidad de que se conviertan en agujeros blancos.
        Esperamos que más pronto que tarde, los astrónomos tengan pruebas que confirmen la existencia de estos exóticos astros. 

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