sábado, 19 de junio de 2021

Virus inofensivos


No todos los virus, ni mucho menos, sólo una mínima proporción son peligrosos porque muchos, la mayoría, se reproducen sin causar ningún daño al organismo infectado; no se alarme el aprensivo lector ante la lista de virus que producen enfermedades entre nuestro congéneres: hepatitis, dengue, poliomielitis, resfriado, rubéola, fiebres hemorrágicas, sarampión, parotiditis, rabia, gripe, varicela, herpes zóster, herpes, mononucleosis infecciosa, viruela, cáncer cervical, gastroenteritis infantil, SARS, fiebre amarilla, virus del Nilo Occidental, sida, covid-19. 

Existen muchos virus en nuestro planeta, se estima que diez quintillones, la mayoría de los cuales son fagos, o sea, virus que infectan a las bacterias; realmente se trata de las entidades biológicas terrestres más abundantes; aun así identificar los virus en el ambiente es complicado porque se han cultivado menos del uno por ciento; sin embargo, los análisis metagenómicos muestran que las comunidades virales existentes son extraordinariamente diversas: probablemente hay veinticinco mil genotipos virales diferentes en cada metro cúbico de agua de mar y un millón en un kilogramo de sedimento marino. No obstante, los biólogos sospechan que si bien la diversidad viral podría ser elevada a escala local, también resultaría baja a nivel mundial. 

Argumentaba antes que habitualmente los virus no son peligrosos: resulta razonable esta cualidad porque, debido a que son parásitos intracelulares, requieren la supervivencia del huésped para asegurar su propia supervivencia. Así lo han observado los virólogos, quienes han encontrado que, cuando un virus se multiplica en su huésped natural, no causa enfermedad alguna en él o, en todo caso, provoca una enfermedad leve en la mayoría de los casos. Concretamente, los microbiólogos saben que varios de los virus conocidos producen trastornos graves sólo cuando infectan a organismos diferentes de sus huéspedes naturales. Este hecho sugiere que buena parte de los virus asociados a las enfermedades están en proceso de adaptación a un nuevo huésped y que, una vez lograda ésta, la estrategia del virus consistirá en propagarse sin afectar al organismo de su huésped. Hay un conclusión obvia que puede extraerse de todo esto. ¡Cuidado con invadir ecosistemas no humanizados o con ponerse en contacto con la fauna salvaje porque podrían contagiarnos sus virus! Prevengámonos de los murciélagos, reservorios de virus, o de los insectos hematófagos, que chupan la sangre, y recordemos, al visitar ciertos hábitats, que algunos virus no precisan de vectores de transmisión porque se propagan por el aire, o por la ingestión de agua y alimentos contaminados.


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