Las
legumbres (soja, garbanzos, lentejas), los cereales integrales, los frutos
secos (almendras, nueces, cacahuetes) y las semillas (lino) contienen ácido
fítico. Conocemos el comportamiento bioquímico de este compuesto orgánico rico en fósforo: se une al calcio, hierro, magnesio, zinc, cobre o manganeso para formar fitatos insolubles, que impiden la absorción de estos
imprescindibles metales por el intestino. Además, hemos comprobado que el ácido
fítico interacciona con proteínas que intervienen en la
reparación del ADN, alterando su función. Las consecuencias de la acción de
este compuesto parecen evidentes: deficiencias minerales, y también alteraciones
en el crecimiento infantil, anemia, anormalidades reproductivas, enfermedades
cardiovasculares, alteraciones inmunitarias y cáncer. Los expertos en nutrición
consideran que una alimentación que contenga mucho ácido fítico, o sea, rica en
arroz y pan integrales, copos de avena, cacahuetes, garbanzos y almendras, por
ejemplo, obstaculiza el aprovechamiento de los minerales y, por ello,
etiquetaron a esta sustancia como antinutriente.
Sin
embargo, nuevos datos obtenidos de estudios recientes indican que, en
proporciones adecuadas, el ácido fítico puede ser saludable. ¿Por qué los
expertos han cambiado de opinión? Se ha demostrado que tiene propiedades
antiinflamatorias y antitumorales (inhibe la proliferación celular, induce la
muerte celular programada y regula la expresión de oncogenes); también se le ha
reconocido capacidad para estimular el sistema inmune, para prevenir la
formación de cálculos renales y para reducir el riesgo de enfermedades
cardiovasculares. Incluso, en algunos casos, las uniones del ácido fítico con metales
resultan provechosas, pues consiguen que tóxicos como el plomo, cadmio o
aluminio se excreten con las heces, sin ser absorbidos; aun más, en caso de
cáncer, el secuestro del magnesio o del cinc, imprescindibles para la
replicación del ADN, resulta conveniente, pues evita la proliferación celular.
Llegados
a este punto, cabe preguntarse por los medios para mantener el ácido fítico en
las cantidades adecuadas y eliminar el perjudicial exceso. Los lactobacilos y
otros microbios de nuestra microflora digestiva contienen fitasa, una enzima capaz
de romper el ácido fítico y mejorar, en consecuencia, la absorción intestinal
de los minerales imprescindibles; ejercen la misma función -activar la fitasa
natural que contienen algunos alimentos - el amasado de la harina para hacer
pan, así como el remojo, la germinación y la fermentación de la soja; cabe
mencionar, por último, que el cocinado de los cereales y leguminosas también reduce
el contenido del equívoco ácido.
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