sábado, 3 de noviembre de 2018

¿Qué estrella señala el norte?

Los humanos que vivieron en el paleolítico no contemplaron la misma bóveda celeste que nosotros. ¿Cómo es posible? La posición de las estrellas en el cielo cambia a lo largo de la noche: giran en torno a la estrella polar en el hemisferio norte. También varía a lo largo del año pues en invierno advertimos unas constelaciones y en verano distinguimos otras. Además de estos cambios que puede comprobar cualquier observador, el experto también hallará que la posición de las estrellas va mutando a lo largo de los años de forma periódica; escrito con palabras técnicas, la referencia para la localización de cualquier estrella, sus coordenadas ecuatoriales (declinación y ascensión recta) varían; tanto es así que los físicos deben actualizar los datos astronómicos cada medio siglo. Dentro de doce mil años, nuestros descendientes, si la civilización perdura, comprobarán que el polo norte celeste no estará en la estrella polar, sino en la estrella Vega de la constelación Lira; los vecinos de Mohenjo-Daro, antigua civilización sita en el actual Pakistán, por citar algunos antecesores nuestros observaron, hace cuatro mil años, que el polo norte estaba en la estrella alfa del Dragón. Si cambia la posición de los polos, como es lógico, el ecuador celeste también hará lo mismo; actualmente corta por la mitad a la constelación de Orión, que se reparte casi por igual entre los dos hemisferios, concretamente, por la estrella Mintaka. No siempre estará así, Orión, en el presente una constelación de invierno en el hemisferio norte, dentro de trece mil años, aproximadamente, será una constelación estival; tampoco en el pasado la constelación se vio igual que ahora, hace tres mil seiscientos años, cuando comenzaba a formarse el imperio hitita, el ecuador celeste cortaba a Orión por Betelgeuse, la estrella supergigante roja.
Ya hemos testificado que el firmamento, aparentemente inmutable para el profano, no es tan inmutable como pudiera parecer a los contingentes seres humanos. ¿A qué causa atribuimos la variación? A la precesión de los equinoccios, que así llaman los astrónomos al cambio de la dirección del eje de rotación de la Tierra, que se mueve de manera similar al bamboleo de una peonza: el polo (el punto obtenido al cortar la prolongación del eje de la Tierra la esfera celeste) traza una circunferencia, circunferencia que tarda veinticinco mil setecientos setenta y seis años en recorrerse.
En resumen, tampoco nuestros descendientes verán el mismo cielo que nosotros. 

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