El
ácido úrico, un compuesto de desecho del metabolismo humano que hasta ahora se
relacionaba con la gota -dolorosa enfermedad de las articulaciones-, parece ser
que también actúa como neuroprotector durante el infarto cerebral. Nadie lo
había imaginado hasta que un equipo de investigadores, encabezado por Ángel
Chamorro, observó que, quienes han sufrido un ictus y tienen el ácido úrico
elevado, se recuperan mejor. Gracias a su talento, quince millones de personas
(cien mil españoles) que cada año sufren esta peligrosa enfermedad pueden
conservar la esperanza de recobrar la normalidad.
El
ictus se produce por una alteración de la circulación de la sangre en el
cerebro; si bien uno de cada seis ictus se debe a una hemorragia cerebral, en cinco
de cada seis un trombo obstruye una arteria del cerebro. El tratamiento precoz
es básico para minimizar las secuelas y conseguir que el paciente se recupere,
pues cuanto más tiempo un trombo bloquee una arteria e impida el riego del
cerebro, peor: considérese que un millón setecientas mil neuronas muere cada minuto
durante el ictus. En 2016, el doctor Chamorro y sus colegas han presentado los
resultados de un estudio que demuestra la eficacia del ácido úrico para
prevenir el empeoramiento del ictus en las horas iniciales de la enfermedad; han hallado un inesperado aliado en la lucha contrarreloj que
libran los médicos para evitar la destrucción celular: el ácido úrico actúa como un potente
antioxidante neuroprotector, que elimina los radicales libres, formados
inmediatamente después de que la arteria se tapone. Administrar ácido úrico,
fármaco todavía en fase experimental, reduce las secuelas en los pacientes que
han sufrido el accidente cerebrovascular; pero aún hay una opción mejor. Añadir
un fármaco (trombolítico) para disolver los coágulos de la sangre, y utilizar un dispositivo (trombectomía mecánica) para abrir las grandes arterias, atrapar el
trombo, extraerlo y desatascar la arteria. Los resultados demuestran que el
tratamiento completo mejora la recuperación y la capacidad para
realizar las actividades cotidianas de los pacientes: dos de cada tres así
tratados quedaron totalmente sanos.
Hasta ahora el saludable lector podía vivir tranquilo si evitaba el tabaco, la
obesidad y la hipertensión. La Organización Mundial de la Salud ha
identificado un nuevo agente causante del ictus: un millón trescientas mil, de los seis
millones víctimas de ictus mortales cada año, son atribuibles a los efectos de la
contaminación atmosférica.
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