sábado, 8 de abril de 2017

Cerámicas


¿Alguna vez comprenderemos las aventuras espirituales del hombre primitivo cuando descubrió su poder para cambiar el comportamiento de las sustancias? Han quedado huellas mitológicas de las relaciones de los metalarios y herreros con los minerales, en cambio, el recuerdo de la experiencia demiúrgica del alfarero primitivo, el primer humano capaz de modificar el estado de la materia, apenas ha dejado vestigio alguno.
La primera reacción química que usaron los humanos fue la combustión. El fuego no sólo proporcionó a nuestros antepasados defensa, luz, calor y les permitió mejorar su dieta con alimentos cocinados, también les sirvió para hacer otra reacción química inédita: deshidratar silicatos, dicho con otras palabras, cocer barro. Los alfareros del presente, y también del pasado, cuecen arcilla para fabricar vasijas, ladrillos, tejas, tubos, baldosas, lozas, porcelanas y azulejos, incluso la modelan, antes de calentada, para obtener figuras artísticas. Y no podemos olvidar que se trata de un recurso abundante pues los silicatos son el grupo de los minerales que constituyen las rocas y forman más del noventa y cinco por ciento de la corteza terrestre.
La arcilla es fácilmente moldeable cuando está húmeda; pero después de ser calentada y expulsar parte del agua que contenía, se convierte en una sustancia dura. El producto obtenido dependerá de la naturaleza de la arcilla empleada –el color rojizo se debe al óxido de hierro-, de la temperatura y de las técnicas de cocción. En particular, los jarrones, cazuelas, ladrillos y tejas se fabrican cuando la cocción se hace a temperaturas bajas: entre setecientos y mil grados centígrados, se evita la fusión del cuarzo de la arena y se impide que el material sufra vitrificación, en caso contrario, si la temperatura supera la cota anterior, se obtienen las porcelanas o el gres. La arcilla en particular y cualquier material cerámico en general es un material inorgánico, no metálico, buen aislante, que funde a temperatura elevada, que es poco elástico, presenta gran resistencia y es frágil ante la rotura; los químicos –como ya habrá deducido el sabio lector- pretenden aprovechar estas características para sustituir los metales por materiales cerámicos refractarios. ¿Los motivos? Se consiguen mayores temperaturas y mejora el rendimiento de los motores de automóviles y aviones. No, no estamos comentando posibles aplicaciones futuras pues ya se han usado materiales cerámicos para proteger la parte exterior del transbordador espacial Challenger. ¡Y bien que lo agradecieron los astronautas que iban dentro!

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