Las investigaciones de Louis Pasteur
se cuentan entre las más beneficiosas para la humanidad: la disminución de la
tasa de mortalidad y el aumento de la esperanza de vida contemporáneo tienen su
raíz en la demostración del científico francés de que las enfermedades
infecciosas se deben a gérmenes. Además, descubrió que los microbios efectúan la
putrefacción, ideó la pasteurización –el lento calentamiento de un líquido para
matar los microbios indeseables- e inventó la vacuna contra la rabia. Este químico
singular comprobó que todas las fermentaciones las realizan microscópicos seres
vivos. Pero, ¿qué son las fermentaciones? Las reacciones con oxígeno de los
compuestos orgánicos quizá son las más importantes de la química; si se trata
de oxidaciones completas tenemos combustiones, poco más debo añadir para
resaltar su importancia; pero si la oxidación es incompleta obtenemos fermentaciones.
Las fermentaciones son, entonces, reacciones en las que un azúcar o un
compuesto similar proporcionan otro compuesto orgánico, frecuentemente un
alcohol o un ácido, realizando el proceso en ausencia del oxígeno atmosférico.
El erudito lector sabrá que el tanto
el pan como la cerveza o el vino se obtienen de fermentaciones; pero
probablemente ignore que las tres las efectúa un mismo microorganismo, la
levadura común (Saccharomyces cerevisae) que fermenta carbohidratos para
obtener alcohol etílico y dióxido de carbono. Cuando la glucosa que contiene el
almidón del trigo fermenta, las burbujas del dióxido de carbono levantan el
pan, y la mayoría del poco alcohol producido se evapora. El vino y la cerveza
se obtienen cuando la glucosa y fructosa de la uva en un caso o la glucosa del
almidón de la cebada en otro se transforman en alcohol. Añadiré que el vino
puede avinagrarse por la acción de otros microorganismos; unas bacterias, las Acetobacter,
que excepcionalmente operan en presencia de oxígeno, fermentan el alcohol
etílico y lo convierten en ácido acético y por tanto transforman el vino en
vinagre.
Existen
otras fermentaciones. Las bacterias lácticas convierten la lactosa en ácido
láctico y, por consiguiente, la leche en yogur o queso. Algo parecido hacen las
células de nuestros músculos; si, debido a una intensa actividad física, no reciben
una cantidad de oxígeno suficiente, también transforman la glucosa en ácido
láctico. ¿Le desagrada al aseado lector el
olor a pies, a sudor o a mantequilla rancia? Se debe al ácido butírico, el
mismo que producen las bacterias Clostridium butyricum cuando fermentan la lactosa
de la leche.
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