Estamos
tan habituados a leer que la ciencia española desde 1939 hasta 1978 fue un
erial que nos tienta pensar que antes se hallaba en la misma situación; erramos.
Durante el primer tercio del siglo XX la escuela española de histología se codeaba
con las mejores del mundo y ahí está el Nobel de Santiago Ramón y Cajal para
demostrarlo. No sólo avanzaron las ciencias biológicas, en el año 1923 José
Ortega y Gasset acompañó a Albert Einstein a visitar Toledo y, en 1934, Erwin
Schrödinger, uno de los forjadores de la mecánica cuántica, estuvo en la Universidad
de Santiago de Compostela. Sobre los descubrimientos de éste físico me instruía,
cuando tropecé con “El enigma cuántico”, un
libro escrito por Bruce Rosenblum y Fred Kuttner, que he leído con admiración porque
la teoría cuántica nunca acaba de sorprenderme.
La
mecánica cuántica, el conjunto de leyes físicas que suele manifestarse sólo en
la escala atómica, rige el comportamiento de la materia. Por eso tiene singular
importancia, para entender la teoría, mostrar los escasos comportamientos
cuánticos macroscópicos. El entendido lector sabrá que la temperatura es la
manera macroscópica de referirnos a la energía cinética media de las partículas
de una sustancia. Al enfriar algo, se reduce la energía de sus moléculas
componentes; y si la temperatura baja lo suficiente, las moléculas carecen de la
energía para vencer las fuerzas de atracción que pretenden juntarlas, pierden
movilidad y quedan confinadas en posiciones fijas: la sustancia se ha solidificado. ¿Sucede lo mismo con todas las sustancias al enfriarlas? No, el
helio constituye la única excepción. El hecho de que el helio no solidifique es
quizás la forma más simple de manifestar las leyes de la mecánica cuántica. En
el helio líquido, por baja que sea la temperatura, los átomos conservan la
energía suficiente para vencer las débiles fuerzas interatómicas de atracción.
Esto contradice las leyes de la física clásica que presuponen que, en el cero
absoluto de temperatura (menos doscientos setenta y tres grados centígrados), la
energía de los átomos es cero; o lo que es lo mismo, que los átomos permanecen inmóviles en posiciones
fijas. En cambio, la mecánica cuántica afirma que es imposible que algún átomo
pueda estar perfectamente localizado y tener energía nula; incluso en el cero
los átomos conservan cierta energía que les impide permanecer completamente
quietos. En conclusión, se necesitan altas presiones, además de bajas temperaturas, para que
el helio solidifique. ¡Qué le vamos a hacer!
No hay comentarios:
Publicar un comentario