sábado, 3 de septiembre de 2016

Crispr y la inmunoterapia del cáncer


Sucedió en Londres durante el año 2015. La quimioterapia y el trasplante de médula habían fracasado: Layla Richards -un año de edad- padecía un tipo de leucemia incurable. Como último recurso los médicos intentaron una terapia genética –crispr- que sólo habían ensayado en ratones. El resultado lo calificaron como casi milagroso. ¿Qué hicieron? Modificaron células inmunes (linfocitos T) de donantes añadiéndoles nuevos genes que reconociesen y atacasen a las células cancerígenas de la paciente y que, posteriormente, inyectaron en el organismo de la niña. Unos meses después –y tras una erupción en la piel- no hay rastro de leucemia. La pequeña necesitó un trasplante de médula para que las células sanguíneas aumentaran y, ya recuperada, regresó a su hogar.
Los bioingenieros saben modificar el genoma de los seres vivos desde mediados del siglo pasado, pero las herramientas que disponían hasta ahora eran difíciles de aplicar y, en consecuencia, la experimentación resultaba complicada y costosa. El crispr, un nuevo método más rápido, barato y fácil podría revolucionar la biotecnología. ¿Cómo funciona? Se construye una molécula de ARN –una guía- que incluya la secuencia complementaria del ADN que se quiere modificar. La guía se une a una enzima obtenida de las bacterias, la Cas9: se forma el sistema crispr. A continuación, se introduce el crispr en la célula que se quiere modificar: sucede entonces que el ADN de la guía se empareja con el ADN complementario de la célula. Por último, la enzima Cas9 corta las dos hebras del ADN de la célula diana; de esa manera inactiva un gen o permite la inserción de un fragmento de ADN sintético en ese lugar. En resumen la técnica crispr actúa como una tijera molecular capaz de cortar el ADN en un lugar concreto y eliminar o reemplazar un gen.
El invento es muy reciente: el profesor español Francisco Martínez Mojica descubrió su fundamento (en 2003) y Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna diseñaron la técnica en el año 2012. Inmediatamente sus colegas reconocieron su enorme potencial e iniciaron una carrera para comercializar las aplicaciones que puede hacer millonarios a algunos. Ya han anunciado que, en la segunda década del siglo XXI, podría comenzar una revolución terapéutica: la inmunoterapia del cáncer. Unos investigadores pretenden corregir la alteración genética del síndrome de Down, otros curar el sida, los más osados sueñan con resucitar especies extintas o eliminar el mosquito que transporta el parásito de la malaria. ¡Atención! Los expertos en bioseguridad ya han dado la voz de alarma.

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