Los
imanes tienen un halo de misterio que fascina a los infantes, y no sólo a
ellos. Franz Mesmer, un personaje muy popular en la segunda mitad del siglo XVIII,
pretendía curar algunas enfermedades mediante el magnetismo; hoy, la fascinación
por los imanes perdura, pero las curaciones magnéticas mesmerianas las
atribuimos a la sugestión, un fenómeno psíquico absolutamente independiente del
magnetismo. Dejando a un lado la fantasía, ¿a qué se debe el magnetismo? Los
físicos han comprobado que una brújula siente una fuerza (puede moverse) cerca
de un cable por el que pasa una corriente; más aún, si el cable se doblara en
forma de bucle produciría la misma fuerza que un imán cualquiera. Éste y otros experimentos
han mostrado que la corriente eléctrica, o sea, el movimiento de electrones
produce el magnetismo. Ahora bien, como los átomos contienen electrones en
movimiento, cada uno de ellos podría considerarse un imán; así debería ser, sin
embargo, si los electrones se aparejan se anulan los efectos magnéticos, deben permanecer
solitarios para que cada átomo pueda asemejarse a un imán.
En
la mayoría de los materiales, la orientación al azar de sus trillones de átomos
–nos los imaginamos como diminutos imancillos- difuminará la acción magnética global
y una brújula en su cercanía nada detectará. Sin embargo, en unos pocos
materiales, los electrones que no estén emparejados interaccionan con intensidad;
y lo hacen de tal manera que un átomo induce a sus vecinos a alinearse; se
forman así pequeños volúmenes (dominios) del tamaño de un grano de arena que
tienen alienados todos sus átomos. Debe resaltarse que si bien todos los átomos
de un dominio señalan la misma dirección, los distintos dominios se hallan orientados
al azar: por eso un trozo de hierro no tiene magnetismo. Pero si sucede algo capaz
de alinear todos los dominios de un material –colocar cerca un imán externo,
por ejemplo- se engendrará un imán permanente; en estos materiales –llamados
ferromagnéticos- el magnetismos de cada dominio se suma en vez de anularse. En
resumen, la magnetización necesita de dos pasos: una fuerza interatómica que alinee
los átomos dentro de cada dominio, y un factor externo que alinee los dominios.
Debo
de añadir algunos matices, se desconoce todavía las características que deben
tener los átomos para que puedan constituir un imán; deben de ser muy estrictas
pues sólo cuatro elementos, el hierro, cobalto, níquel y gadolinio las cumplen,
los técnicos arguyen que son los únicos elementos ferromagnéticos.
1 comentario:
Estimado amigo
El gadolinio, usado como contraste en las resonancias magnéticas nucleares que hacen los médicos, sólo se comporta como imán por debajo de 19 grados centígrados, por encima no. Ésta es la causa de la confusión: ambos documentos tienen razón tanto el que señala que el gadolinio es un imán como el que indica que no lo es; porque el comportamiento magnético del gadolinio depende de la temperatura ambiente.
Saludos cordiales
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