Hay
gente tan ignorante que ignora su ignorancia. A eso, hay quien le llama
soberbia. Marra el avisado lector que piense que sólo los aristócratas,
políticos o millonarios pecan del primer pecado capital, también los
científicos lo hacen. El jamón es uno de los productos más afamados de la
gastronomía española. Hay consenso entre los expertos en que los jamones del
cerdo ibérico -criado en las dehesas extremeñas, comiendo bellotas en libertad-
son mejores que los del cerdo de granja; la grasa del primero tiene un
porcentaje de ácidos grasos insaturados y poliinsaturados mayor que la del
segundo, y éste más ácidos grasos saturados que aquél. Debería reinar el mismo consenso
al comparar los alimentos habituales con los calificados como bio; sin embargo,
y debo reconocer mi estupor, no es así: un profesor español ha proclamado una cruzada contra los consumidores de alimentos bio, soslayando
causas de mayor enjundia –una enfermedad, el hambre o la ignorancia- en las que
emplear sus esfuerzos. Ante tal crítica no está de más recordar algunos datos. Francisco
Pan-Montojo (Nature Science Reports, 2012) ha demostrado que el párkinson –terrible
enfermedad- empieza en el intestino por la exposición prolongada a los plaguicidas
que interaccionan con las células intestinales, y desde ahí se propaga al
cerebro, donde se produce la muerte de las neuronas. Estudios precedentes
relacionaban los plaguicidas con la enfermedad; pero faltaba por conocer el
mecanismo de la patología. Aclara el investigador: “Nuestros datos, que fueron
confirmados en ratones, sugieren que esta progresión se realiza a través de los
nervios que conectan el intestino con el sistema nervioso central”; y colige: “Es
necesario determinar qué componentes se pueden utilizar en agricultura y cuáles
no”. Por otro lado, Philippe Grandjean y Philip J Landrigan (Lancet Neurology,
2014) han demostrado que el clorpirifós (un insecticida) y el DDT (un
plaguicida) dañan el cerebro infantil y que el autismo, el trastorno de
hiperactividad y déficit de atención, la dislexia y otros trastornos cognitivos
afectan a millones de niños en todo el mundo; por si fuera poco han comprobado
que a la mayoría de los productos químicos habitualmente usados no se les ha
comprobado la neurotoxicidad.
Supongo que nadie negará que los alimentos calificados como bio contienen menos plaguicidas que los alimentos habituales. Y, si los plaguicidas se han correlacionado con el autismo, déficit de atención e hiperactividad infantil y ahora también con el Parkinson, me pregunto ¿no serán más saludables tales alimentos?
Supongo que nadie negará que los alimentos calificados como bio contienen menos plaguicidas que los alimentos habituales. Y, si los plaguicidas se han correlacionado con el autismo, déficit de atención e hiperactividad infantil y ahora también con el Parkinson, me pregunto ¿no serán más saludables tales alimentos?
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