sábado, 20 de agosto de 2016

Alimentos bio


Hay gente tan ignorante que ignora su ignorancia. A eso, hay quien le llama soberbia. Marra el avisado lector que piense que sólo los aristócratas, políticos o millonarios pecan del primer pecado capital, también los científicos lo hacen. El jamón es uno de los productos más afamados de la gastronomía española. Hay consenso entre los expertos en que los jamones del cerdo ibérico -criado en las dehesas extremeñas, comiendo bellotas en libertad- son mejores que los del cerdo de granja; la grasa del primero tiene un porcentaje de ácidos grasos insaturados y poliinsaturados mayor que la del segundo, y éste más ácidos grasos saturados que aquél. Debería reinar el mismo consenso al comparar los alimentos habituales con los calificados como bio; sin embargo, y debo reconocer mi estupor, no es así: un profesor español ha proclamado una cruzada contra los consumidores de alimentos bio, soslayando causas de mayor enjundia –una enfermedad, el hambre o la ignorancia- en las que emplear sus esfuerzos. Ante tal crítica no está de más recordar algunos datos. Francisco Pan-Montojo (Nature Science Reports, 2012) ha demostrado que el párkinson –terrible enfermedad- empieza en el intestino por la exposición prolongada a los plaguicidas que interaccionan con las células intestinales, y desde ahí se propaga al cerebro, donde se produce la muerte de las neuronas. Estudios precedentes relacionaban los plaguicidas con la enfermedad; pero faltaba por conocer el mecanismo de la patología. Aclara el investigador: “Nuestros datos, que fueron confirmados en ratones, sugieren que esta progresión se realiza a través de los nervios que conectan el intestino con el sistema nervioso central”; y colige: “Es necesario determinar qué componentes se pueden utilizar en agricultura y cuáles no”. Por otro lado, Philippe Grandjean y Philip J Landrigan (Lancet Neurology, 2014) han demostrado que el clorpirifós (un insecticida) y el DDT (un plaguicida) dañan el cerebro infantil y que el autismo, el trastorno de hiperactividad y déficit de atención, la dislexia y otros trastornos cognitivos afectan a millones de niños en todo el mundo; por si fuera poco han comprobado que a la mayoría de los productos químicos habitualmente usados no se les ha comprobado la neurotoxicidad. 

          Supongo que nadie negará que los alimentos calificados como bio contienen menos plaguicidas que los alimentos habituales. Y, si los plaguicidas se han correlacionado con el autismo, déficit de atención e hiperactividad infantil y ahora también con el Parkinson, me pregunto ¿no serán más saludables tales alimentos?

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