sábado, 14 de mayo de 2016

Beneficios cerebrales de la lectura


En el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas de España puede leerse que, en la segunda década del siglo XXI, uno de cada tres españoles no lee nunca o casi nunca. Debe preocuparnos, porque leer aumenta la inteligencia: acrecienta la capacidad para detectar patrones o solucionar problemas y amplía la facultad de comprensión global. Además, la lectura contribuye a que nuestro cerebro se mantenga sano durante décadas: porque durante la lectura aumenta el flujo sanguíneo cerebral. Por si fuera poco, la lectura relaja, nos ayude a dormir; de hecho, nos sosiega más que pasear, escuchar música o manipular videojuegos. Si tú, entusiasta lector, has comenzado a leer de niño es muy probable que, de adulto, tengas mayores conocimientos, tanto académicos como prácticos; porque las historias de ficción tienen un planteamiento, una trama y un desenlace, es decir, una estructura que acostumbra a que nuestros cerebros en desarrollo piensen de forma secuencial y enlacen causa con efecto. Por último, la lectura nos vuelve mejores; leer novelas nos ayuda a comprender los pensamientos y sentimientos ajenos, sin que importe que las personas sean reales o imaginarias; porque hay un solapamiento entre las redes neuronales que se usan para entender las historias ficticias y las empleadas para relacionarnos con otros; sí, aunque parezca mentira, las novelas mejoran nuestra facultad de sentir empatía.

Se las prometían muy felices los instruidos habitantes del mundo civilizado hasta que los neurocientíficos y psicólogos dieron la voz de alarma: temen que nuestra capacidad de concentración y de leer en profundidad esté mermando debido al uso abusivo de las nuevas tecnologías de información y comunicación. Los científicos trabajan con la hipótesis de que Internet, junto con la expansión de las redes sociales y teléfonos inteligentes, esté cambiando no solo nuestra forma de leer -rápida, superficial y saltando de una información a otra-, sino también nuestro cerebro. De numerosos experimentos efectuados en todo el mundo emerge el mismo patrón: es probable que la lectura profunda sea incompatible con la lectura en las pantallas y que sea más difícil concentrarse en ellas porque las redes sociales, los correos o los anuncios web compiten por la atención del lector. Ignoro la causa por la que, después de esta constatación, recordé una dedicatoria del escritor brasileño Joaquim Maria Machado de Assis: "Al gusano que primero royó las frías carnes de mi cadáver dedico con sentido recuerdo estas memorias póstumas".

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