En
el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas de España puede leerse
que, en la segunda década del siglo XXI, uno de cada tres españoles no lee
nunca o casi nunca. Debe preocuparnos, porque leer aumenta la inteligencia: acrecienta
la capacidad para detectar patrones o solucionar problemas y amplía la facultad
de comprensión global. Además, la lectura contribuye a que nuestro cerebro se
mantenga sano durante décadas: porque durante la lectura aumenta el flujo
sanguíneo cerebral. Por si fuera poco, la lectura relaja, nos ayude a dormir;
de hecho, nos sosiega más que pasear, escuchar música o manipular videojuegos. Si
tú, entusiasta lector, has comenzado a leer de niño es muy probable que, de
adulto, tengas mayores conocimientos, tanto académicos como prácticos; porque las historias de ficción tienen un planteamiento,
una trama y un desenlace, es decir, una estructura que acostumbra a que
nuestros cerebros en desarrollo piensen de forma secuencial y enlacen causa con
efecto. Por último, la lectura nos vuelve mejores; leer
novelas nos ayuda a comprender los pensamientos y sentimientos ajenos, sin que importe
que las personas sean reales o imaginarias; porque hay un solapamiento entre
las redes neuronales que se usan para entender las historias ficticias y las
empleadas para relacionarnos con otros; sí, aunque parezca mentira, las novelas
mejoran nuestra facultad de sentir empatía.
Se
las prometían muy felices los instruidos habitantes del mundo civilizado hasta
que los neurocientíficos y psicólogos dieron la voz de alarma: temen que
nuestra capacidad de concentración y de leer en profundidad esté mermando
debido al uso abusivo de las nuevas tecnologías de información y comunicación. Los
científicos trabajan con la hipótesis de que Internet, junto con la expansión
de las redes sociales y teléfonos inteligentes, esté cambiando no solo nuestra
forma de leer -rápida, superficial y saltando de una información a otra-, sino
también nuestro cerebro. De numerosos experimentos efectuados en todo el mundo emerge
el mismo patrón: es probable que la lectura profunda sea incompatible con la
lectura en las pantallas y que sea más difícil concentrarse en ellas porque las
redes sociales, los correos o los anuncios web compiten por la atención del
lector. Ignoro la causa por la que, después de esta constatación, recordé una
dedicatoria del escritor brasileño Joaquim Maria Machado de Assis: "Al
gusano que primero royó las frías carnes de mi cadáver dedico con sentido
recuerdo estas memorias póstumas".
No hay comentarios:
Publicar un comentario