sábado, 22 de agosto de 2015

Richard Peto: paradoja sobre el cáncer


Me encantan las paradojas. Mucho podemos aprender de ellas porque, al igual que los buenos trucos de ilusionismo, nos causan tanto asombro que inmediatamente queremos saber cómo se han hecho. A los primeros pensadores griegos les resultaba paradójico que la diagonal de un cuadrado de lado unidad no pudiera ser medida exactamente por finas que se hicieran las graduaciones de la regla: hubo que inventar los números irracionales. Los matemáticos del XIX encontraban paradójico que hubiese tantos números enteros como número pares: fue necesario desarrollar la teoría de los números transfinitos. Y da igual que se trate de paradojas matemáticas o de paradojas científicas.

Resulta lógico colegir que todas las células animales tienen a priori la misma probabilidad de presentar cáncer; si la deducción fuera cierta -conjeturó el biólogo Richard Peto- los animales grandes presentarían mayor incidencia de cáncer que los pequeños, porque contienen más células; considere el sagaz lector que una ballena posee aproximadamente nueve mil veces más células que un ratón. ¿La naturaleza se comporta tal y como hemos teorizado? Todos los mamíferos, humanos incluidos, desde las ardillas hasta los hipopótamos, y de las liebres a los elefantes tienen aproximadamente la misma probabilidad de contraer cáncer; la incidencia de la enfermedad no parece correlacionarse con el número de células de un organismo. Los expertos califican a esta contradicción como paradoja de Peto.

Varias hipótesis pretenden explicar la incongruencia. Una, que los animales pequeños y efímeros generan una mayor cantidad de radicales libres cancerígenos. Otra, que los animales corpulentos y longevos tienen una mayor cantidad de genes supresores de cánceres. Una tercera hipótesis se debe a Aris Katzourakis; su autor estudió, en varias especies de mamíferos, la relación entre el tamaño del animal y el número de retrovirus endógenos que se han integrado en su genoma celular: encontró una correlación positiva. Antes de continuar con el discurso he de aclarar el significado de los retrovirus endógenos: se trata de unos virus saltadores que constituyen hasta el diez por ciento del genoma del animal y que pueden provocar mutaciones cancerígenas donde insertan sus genes. Colegimos que los animales corpulentos y longevos han desarrollado una capacidad protectora para acabar con tales virus. Si la hipótesis es cierta debemos alegrarnos, porque significa que los organismos grandes disponen de estrategias para eludir el cáncer. No las hemos descubierto… por ahora.

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