Una
vez Albert Einstein manifestó ¿tuvo Dios otras opciones al crear el universo? Metafóricamente
el sabio alemán se preguntaba si las leyes que rigen el cosmos y los números
que lo cuantifican pueden ser diferentes de lo que son. Y esta breve
disquisición se relaciona con una duda que me formuló un colega. ¿Por qué el
Sol quema suavemente su combustible durante miles de millones de años en vez de
estallar como una bomba? La diferencia estriba en la naturaleza del
combustible: el Sol emplea hidrógeno ordinario, mientras que una bomba H está
compuesta principalmente de hidrógeno pesado (deuterio y tritio); y ambos se
comportan de manera diferente; éste reacciona de forma explosiva, aquél de
manera suave. En la reacción del hidrógeno pesado intervienen las fuerzas
nucleares fuertes, en la del hidrógeno ordinario sólo las fuerzas nucleares débiles,
un trillón de veces más lentas que las anteriores. Nada más; quizá deba añadir
que la reacción que se produce dentro del Sol consiste en la fusión de dos
núcleos de hidrógeno ligero para forman deuterio más un positrón –que se
aniquila con un electrón produciendo radiación que emite el Sol- y un invisible
y casi indetectable neutrino.
La
lentitud de la reacción de fusión del hidrógeno resulta esencial para nuestra
existencia, al menos por tres razones, argumenta el físico Freeman Dyson.
Primero, sin la lentitud del consumo del combustible solar no tendríamos una
estrella estable, con vida suficientemente larga como para permitir la génesis y
evolución de la vida. Segundo, sin el retardo, el océano constituiría un
excelente explosivo termonuclear (pues cada molécula de agua contiene dos
átomos de hidrógeno) y sería una perenne tentación para cualquier fanático
diseñador de apocalipsis. Tercero, sin el retardo, es improbable que una
cantidad de hidrógeno considerable hubiese sobrevivido de los primeros minutos
del universo; toda la materia del cosmos se habría convertido en helio antes de
que las galaxias y estrellas empezaran a condensarse, y no hubiesen podido
nacer estrellas de larga duración.
Nuestra
salvación resulta más providencial cuando se observan con detalle las razones de
la preferencia de una reacción en vez de la otra. Si la fuerza de atracción
nuclear entre los dos protones del hidrógeno ordinario fuese sólo un tres por ciento mayor de lo que es, la
reacción de fusión entre ellos sucedería vía interacción fuerte y no vía
interacción débil: no habría retardo. Parece inconcebible que la propia
existencia de la vida dependa de la intensidad de las fuerzas nucleares. ¡Quién
lo iba a decir!
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