Vaya
el lector curioso a una tienda de alimentación. Si lo hace, comprobará que
puede comprar muchos productos de soja, desde aceite o harina, hasta leche,
carne, salsa o tofu. Géneros que no siempre han estado ahí; hasta el 1970 la
alimentación humana con soja se reducía a China, Japón, Taiwan, Corea o
Vietnam; hoy, EEUU es el mayor productor mundial y se comercializa el vegetal en
todo el mundo, tanto para la alimentación humana como para la del ganado. Presenta
una interesante ventaja cando se emplea como alimento humano: puede comerse en
substitución de las carnes, ya que su proteína aporta los ocho aminoácidos
esenciales que requerimos los adultos para fabricar nuestras propias proteínas
(aunque conviene matizar que uno de ellos escasea).
La
soja (Glycine max) es una leguminosa de la que se aprovechan sus semillas, muy
ricas en proteínas (cuarenta por ciento del peso seco) y moderadamente ricas en
aceites (el veinte por ciento); los carbohidratos (treinta y cinco por ciento) y
la ceniza (cinco por ciento) completan el análisis de su contenido. Además de
sus componentes nutritivos esta leguminosa contiene isoflavonas -genisteína y daiceína-
cuya estructura química es muy semejante a la de nuestro estrógeno (hormona
femenina), por lo que puede interferir con su acción. Concretamente, las
isoflavonas, técnicamente calificadas como fitoestrógenos, pueden competir con la
hormona y por ello disminuir los riesgos debidos a su exceso; también, si el
nivel de la hormona baja durante la menopausia, pueden compensar el efecto.
¿Son provechosas las isoflavonas para la salud? No hay consenso entre los
científicos. Unos declaran que el consumo de soja nos beneficia y hay pruebas
que muestran que nos protege del cáncer de próstata, de las enfermedades
cardíacas y de la osteoporosis, y que alivia los síntomas de la menopausia.
Otros han encontrado evidencias que podría dañar la inmunidad infantil y que los
fetos de las mujeres embarazadas que se alimentan con soja intensamente podrían
sufrir un efecto estrogénico. Tanto unos como otros desaconsejan, por
perjudicial, el uso de la soja a las mujeres con riesgo de cáncer de mama y a
las personas cuya glándula tiroides no funcione con normalidad.
Espero
que le lúcido lector se haya formado una opinión sobre la bondad de los
alimentos que contienen soja porque el escritor se encuentra perplejo.
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