sábado, 19 de julio de 2014

Reverberación: la calidez acústica


Enciendo mi equipo de música y, relajadamente sentado, espero a que el bel canto de Luciano Pavarotti llegue a mis oídos; lo hace a través de dos caminos: por vía directa y por vía reflejada en las paredes, el suelo o el techo de la habitación. Aclaro –al lector confuso- el significado de absorber y reflejar: cualquier sonido que llega a una gran ventana abierta la atraviesa: la ventana absorbe todo el sonido, nada refleja; por el contrario, un grueso, liso y pintado muro de hormigón, sería el equivalente acústico de un espejo: refleja todo, nada absorbe. Continúo con la disertación: cuando el sonido reflejado es inteligible como segundo sonido le llamo eco, pero cuando lo oigo juntamente con el original le denomino reverberación. ¿Y cuando sucede uno u otro fenómeno? Para que mi oído perciba dos sonidos como diferentes, deben llegar al tímpano con una diferencia de más de una décima de segundo, aproximadamente, si la diferencia es menor el oído interpreta como uno lo que en su origen eran dos (persistencia acústica); deduzco que, para que se perciban los dos sonidos como distintos, la diferencia entre el recorrido directo y el reflejado debe de ser superar los treinta y cuatro metros (es la distancia que el sonido recorre en cada décima de segundo). Tenemos entonces que, por encima de diecisiete metros de separación entre una pared y yo (diecisiete de ida y otro tanto de vuelta suman treinta y cuatro), escucho el eco; por debajo de esa distancia, detecto la reverberación.

El sonido, al ser absorbido por las paredes y el aire de un local cerrado, decae lentamente hasta que deja de ser oído después de un gran número de reflexiones; los expertos miden el tiempo que tarda la intensidad sonora en disminuir cierta cantidad desde que se enmudece la fuente emisora: lo llaman tiempo de reverberación y recibe una consideración especial en el diseño arquitectónico de los salones de conciertos; porque la reverberación, al modificar el sonido original, mide la calidez acústica de la sala, dicho con otras palabras, nos informa de la suavidad y melosidad de la música. El melómano la notará en las salas grandes y poco absorbentes y apenas la apreciará en las salas pequeñas y muy absorbentes.

El río corre rumoroso por la vega, a su orilla silban los pájaros y croan la últimas ranas de la tarde… melancólicamente rememoro los sonidos que alegran al cansado caminante.

2 comentarios:

C. Armesto dijo...

Estimado amigo:

No sé cuáles son las mejores salas de conciertos del mundo pero las que voy a citar están entre las mejores (si eres melómano seguro que podrás indicarme otras que son igual de buenas o mejores que éstas): seis europeas: Grosser Musikverein (Viena, Austria), Berlin Philharmonie (Alemania), Culture and Congress Centre Concert Hall (Lucerna, Suiza), Bridgewater Hall (Manchester, UK), Philharmonie de Paris (Francia), The Sibelius Hall (Lahti, Finlandia); dos americanas: Boston Symphony Hall (USA) y Sala São Paulo (Brasil); una en Oceanía Christchurch Town Hall Auditorium (Nueva Zelanda) y una asiática: Tokyo Opera City Concert Hall (Japón).

Saludos

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Este blog es de divulgación científica, no de música. Aun así, no rehuyo la contestación: según los entendidos, las mejores sopranos actualmente son Anna Netrebko, Renée Fleming, Diana Damrau y Sondra Radvanovsky; sin embargo, mi soprano preferida es María Callas.

Saludos