Cuesta
creerlo. La Organización Mundial de la Salud testifica que el mayor
envenenamiento colectivo de la historia está sucediendo ahora; se estima que el
arsénico podría estar matando entre diez mil y cien mil bengalíes cada año
y causando graves enfermedades a varios millones. Si desconocías la catástrofe,
amigo lector, se debe a que ocurre en un país muy pobre. Desde hace treinta
años, más de la mitad de los habitantes de Bangladesh, aproximadamente ochenta
millones de personas, bebe diariamente agua con una cantidad de arsénico que
sobrepasa el tope fijado por la OMS y algunas veces lo centuplica.
El
arsénico es un veneno que, aunque se tome en cantidades minúsculas, mata
lentamente, porque se acumula en el organismo. Los primeros síntomas aparecen
en quienes han consumido agua contaminada durante más de diez años, y constan
de manchas, verrugas y heridas en las manos y pies, que pueden gangrenarse. Al
mismo tiempo, ataca en especial a los pulmones y riñones, y provoca distintas
patologías que incluyen el cáncer. Sólo hay tratamiento: dejar de tomarlo, un
antídoto impracticable para la mayoría de los enfermos.
¿Cómo
se llegó a esta tragedia? En el pasado, la mayoría de los bengalíes bebían agua
de los ríos, ríos sucios cuyas bacterias causaban la muerte anual de un cuarto
de millón de niños. Para conseguir agua limpia, a finales de la octava década
del siglo XX, la UNICEF, el Banco Mundial, organizaciones humanitarias y el
gobierno bengalí perforaron unos diez millones de pozos; pero cometieron una
grave negligencia: no determinaron la composición de las aguas subterráneas;
nadie midió la concentración de arsénico que suele estar presente de forma
natural. Los responsables sanitarios -ignorantes de geología- supusieron que
las aguas subterráneas siempre son potables… ¡Y se equivocaron! Quedan muchos
pozos por analizar, pero se estima que la mitad, al menos, proporciona agua
contaminada.
Desgraciadamente,
aún no acabó el relato de los males: en las aldeas bengalíes, los envenenados
son segregados, los maridos se divorcian de sus mujeres, los niños son
expulsados de las escuelas, los hombres pierden su trabajo; a todos ellos se
les impide beber agua de los grifos limpios porque, supersticiosos, temen que
el enfermo contamine al agua.
¿Qué
hacer? Los expertos discuten, porque soluciones hay muchas, pero todas adolecen
del mismo defecto: cuestan dinero, en un país donde la mayoría subsiste con un
euro al día. Por ahora sólo hay un acuerdo: las peores previsiones han
resultado optimistas.
1 comentario:
Estimado amigo
1. Recuerdo haber leído que algún municipio de España ha tenido el mismo problema: agua presuntamente potable con concentraciones de arsénico superiores a las permitidas por la OMS.
2. La Organización Mundial de la Salud (OMS) permite una concentración máxima de arsénico en el agua destinada al consumo humano de 0,01 mg/L (0,01 ppm), antes el límite era más alto 0,05 mg/L (0,05 ppm).
Cordiales saludos de
Epi
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