Un tribunal italiano condenó (homicidio involuntario) a seis geólogos por errar en la predicción de un terremoto en 2009. ¿Acertó el tribunal o es otra muestra más de la colosal incultura científica de la población europea?
Los mayores desastres naturales
mundiales los ocasionan los terremotos, los ciclones y las inundaciones; y esta
enumeración no significa que ignoremos las erupciones volcánicas, los tornados
o los rayos. El riesgo de desastres naturales, computado por el total anual de
víctimas, no es grande: en España entre diez y cien veces menor que las
víctimas por accidentes de automóvil. Para reducir su incidencia se plantean
dos tipos de actuaciones: las preventivas y las de emergencia. La prevención
debe concretarse en hacer mapas de los diversos peligros naturales y en
disminuir los factores de riesgo (la peligrosidad, vulnerabilidad y
exposición): nada podemos hacer ante los ciclones, terremotos o erupciones
volcánicas, sí ante las inundaciones, hacerlas menos peligrosas actuando en los
cauces con presas y reforestación; los pararrayos o las medidas antisísmicas en
los edificios nos hacen menos vulnerables; por último, la ordenación del
territorio trata de impedir la construcción en zonas peligrosas,
desgraciadamente, las tierras volcánicas y las llanuras aluviales o los deltas,
donde se producen las inundaciones, son muy fértiles.
También hay que planificar las
emergencias: cuando existe posibilidad de predicción del desastre, la
evacuación de la población reduce drásticamente el riesgo. Ahora bien, ¿cuándo
se debe prevenir? La contestación es afirmativa en el caso de las inundaciones
y ciclones, ambigua en las erupciones y negativa en los terremotos. Tal
vez pienses, amable lector, que, en caso de duda, más vale prevenir que
lamentar: ¡yerras! En 1976, en Guadalupe, una isla de las Antillas, comenzaron
a oírse explosiones en el volcán la Soufriére. Los dirigentes políticos
consultan con Haroun Tazieff, y el prestigioso vulcanólogo manifiesta que la
erupción no será peligrosa: las explosiones se deben al vapor de agua.
Indecisos -el ruido asusta mucho-, los antillanos consultan con otro grupo de
geólogos, entre los que se encuentra Maurice Mattauer; éstos aconsejan la
evacuación inmediata: setenta y cinco mil personas abandonan sus viviendas y
cultivos. El volcán no entró en erupción. Tras cuatro meses de espera, los
evacuados se amotinan y regresan a sus hogares; pero las cosechas se han
perdido y la economía de la comunidad ha sido gravemente dañada.
¿Sorprendo
a muchos si afirmo que la ciencia no siempre es exacta?
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