Durante
la Edad Media era habitual creer que la Luna llena causaba trastornos mentales,
de hecho, lunático significa loco. El lector escéptico habrá escuchado
numerosas veces que durante la Luna llena los hospitales reciben más pacientes,
que hay más partos o que los delitos aumentan: los estudios estadísticos niegan
cualquier influencia lunar en estos fenómenos. Nuestro satélite, en cambio, sí
causa las mareas, y también ha favorecido el desarrollo de la ciencia y la
formación de la biosfera.
Comienzo
con una observación aparentemente banal: la Luna nos presenta siempre la misma
cara; porque gira sobre sí misma y en torno a la Tierra en el mismo tiempo, veintisiete
días y tres décimas. Tiempo que se convierte en veintinueve días y medio si se
considera que la Tierra también gira; y es este último dato el que marca las
fases de la Luna, los eclipses y las mareas.
La
Luna es un astro brillante cuya forma y posición varían periódicamente en el
firmamento; unos cambios que debieron fascinar al hombre primitivo, quien la consideró
una deidad. Anaxágoras, hace veinticuatro siglos, razonó que tanto la Luna como
el Sol eran cuerpos gigantes, rocosos y esféricos y que la luz emitida por el
satélite consistía en luz reflejada de la estrella (esta idea, ateísta, fue una
de las causas de su exilio): la razón, y no el mito, trataba de explicar la
naturaleza. Hiparco de Nicea demostró que la Luna distaba de la Tierra treinta
diámetros terrestres y que su diámetro era la cuarta parte del terrestre (relación
similar a la de una pelota de baloncesto con una de tenis): por primera vez la
mente humana concebía la multiplicidad de mundos. ¡Admirémonos! La Luna está lo
suficientemente cerca como para que las observaciones oculares puedan concretarse
en medidas.
No
solemos pensar en ello, pero si nos fijásemos observaríamos que los tamaños de
los discos solar y lunar coinciden: quien haya observado un eclipse total de
Sol lo habrá comprobado. Se debe a que el diámetro solar es cuatrocientos veces
superior al de la Luna, pero se halla cuatrocientas veces más alejado; y no
tenía por qué ser así; ningún planeta cuenta con un satélite que le tape completamente
el Sol. La Luna, el quinto satélite más grande del Sistema Solar, el mayor en
proporción al tamaño de su planeta, ha estabilizado el bamboleo del eje de
rotación de la Tierra, y con él su clima y, en consecuencia, ha influido en la
biosfera. ¡Nada menos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario