Goza cuello, cabeza, labio y frente
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lirio, clavel, marfil luciente...
se vuelva...
tierra, humo, polvo, sombra, nada.
El poeta minusvalora, como la mayoría de los humanos, el polvo; y el polvo es bastante más que nada. Si analizásemos las cenizas de un humano comprobaríamos que tres cuartos de kilo de su cuerpo son fósforo, un elemento relativamente abundante en nuestro organismo, que está destinado a adquirir una importancia fundamental a finales de este siglo.
Las plantas necesitan cantidades relativamente grandes de los elementos -nitrógeno, fósforo y potasio- que no pueden reponer; hay que proporcionárselos mediante los abonos. Ya en la antigüedad se añadían al suelo, de manera empírica, el fosfato de los huesos (calcinados o no), el nitrógeno de los excrementos y el potasio de las cenizas. En el siglo XXI no escasea el potasio, existe en el agua del mar; los químicos han conseguido fijar el nitrógeno del aire; el fósforo es el recurso que limita la agricultura, porque no hay reservas de él en la atmósfera y su extracción se confina a los yacimientos terrestres (los mayores se sitúan en Marruecos).
El fósforo se mueve por toda la Tierra: está en la corteza, en los océanos o forma parte de los seres vivos; sigue un ciclo diferente, sin embargo, al del carbono, nitrógeno o azufre porque, al contrario de ellos, no forma compuestos volátiles que le permitan pasar a la atmósfera y de allí retornar al suelo. Las rocas constituyen el almacén principal; a medida que se erosionan liberan los compuestos fosfatados al suelo y al agua, de donde lo absorben las raíces de las plantas; los animales lo obtienen alimentándose de los vegetales; tanto unos como otros, al morir, se descomponen y liberan el fósforo, que es utilizado de nuevo por otros seres vivos o es transportado al océano por los ríos; una vez en él sólo se recicla hacia los ecosistemas terrestres mediante los excrementos de las aves marinas o debido al levantamiento geológico de los sedimentos marinos, en un proceso que dura millones de años.
Y ahora, ¡preocúpese el lector inteligente! Los geólogos pronostican que los yacimientos de fósforo se estarán agotando en el 2050.
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