sábado, 12 de mayo de 2012

Oro en el mar

   La industria minera del oro creada por el Imperio Romano en el noroeste español, seis centenares de explotaciones durantes los dos primeros siglos de nuestra era, no ha sido emulada en ningún momento de la historia. Los movimiento de tierra alcanzaron tal magnitud, a causa del bajo contenido aurífero de los yacimientos, que, hasta el siglo XX, constituyeron los desmontes mineros más importantes de Europa. La región se convirtió en el mayor productor de oro del mundo; Cayo Plinio asegura que se extraían siete mil kilogramos de oro anuales. Escribe el mismo autor “Las montañas de las Hipanias, que por lo demás son áridas y estériles y que no producen ninguna otra cosa, por fuerza han de producir oro”; y añade Estrabón “Entre los ártabros [pueblo galaico]... aflora en la tierra, según dicen la plata, el estaño y el oro blanco, puesto que está mezclado con plata, y aquella tierra la arrastran los ríos, y las mujeres, excavándola con rastrillos, la lavan”.

   Los geólogos saben que, aunque escaso, el oro se encuentra distribuido por todo el mundo; fijémonos entonces en un lugar hasta ahora inexplorado: el océano. El agua oceánica es una sopa condimentada con el tres con veinticinco por ciento de materia sólida, mayoritariamente sal común (cloro y sodio); pero también se encuentran el magnesio, azufre, calcio, potasio, yodo y oro, ¡Sí, también oro, leyó bien el codicioso lector! Naturalmente unos elementos químicos abundan más que otros. ¿Cuánto oro hay en el mar? Un metro cúbico de agua contiene ocho microgramos, lo que nos proporciona diez billones de kilogramos en todos los océanos; compárense con los dos millones y medio que constituyen la producción anual mundial. El océano es una enorme mina de oro que minusvalora los míticos filones de la Galicia romana o los de California y Alaska en el siglo XIX. ¿Podría dragarse el agua marina para extraer el oro? Si, podría hacerse, pero el coste de la obtención sería muchísimo mayor que la venta. Tenemos una enorme mina que no explota nadie... de momento.

   La ría de Vigo es un magnífico lugar para disfrutar el verano; pues bien, en sólo un metro de profundidad de toda su superficie (la he estimado en cien kilómetros cuadrados) habría ochocientos kilos de oro. Cuando este verano, descansando en la playa, el sufrido lector vea el hermoso horizonte azul convertirse en amarillo oro. ¡Prevéngase! La codicia podría estar cegando sus ojos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Llevo unos meses siguiendo su blog, pero en este momento tengo que decirle que me parece excelente su manera de escribir, señor Epi. En este artículo no he podido evitar sonreír varias veces

C. Armesto dijo...

Estimado amigo
Sólo se me ocurre escoger unos párrafos del prólogo de Don Quijote para agradecer tu atención:

“Desocupado lector: sin juramento, me podrás creer que quisiera que este [blog], como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir a la orden de naturaleza; que en ella cada cosa engendra su semejante. Y así, ¿cómo podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío sino [este blog]. Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna, y el amor que le tiene le pone una venda en sus ojos para que no vea sus faltas; antes las juzga por discreciones y lindezas…Pero yo no quiero suplicarte casi con lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector carísimo, que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vieres. Todo lo cual te exenta y hace libre de respeto y obligación, y así, puedes decir de [este blog] todo aquello que te pareciere, sin temor que te calumnien por el mal ni te premien por el bien que dijeres de él. Sólo quisiera dártelo mono y desnudo, sin ornamentos.

Cómo queréis vos que no me tenga confuso el qué dirá cuando vea que, al cabo de tantos años que ha que duermo en el silencio del olvido, salgo ahora, con todos mis años a cuestas, con un [blog] seco como el esparto, ajeno de invención, menguado de estilo, pobre de conceptos y falto de erudición y doctrina.

Y puesto que vuestra escritura no mira más que deshacer [la ignorancia]… procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oración y período sonoro y festivo, pintando en todo lo que alcanzáredes y fuere posible, vuestra intención; dando a entender vuestros conceptos, sin intrincarlos y oscurecerlos. Procurad también que leyendo vuestro [blog] el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla.

Y con esto, Dios te dé salud, y a mí no me olvide. Vale”

Afectuosamente
Epi