sábado, 28 de abril de 2012

Una mirada al pasado: las Pléyades y Cervantes

   ¿Es el mismo Sol, es la misma luna, son las mismas estrellas que vieron nuestros padres, nuestros cónyuges, nuestros hijos, nuestros amigos? La velocidad de la luz, como la de cualquier onda electromagnética, radio y televisión incluidas, rápida, pero no instantánea, nos juega malas pasadas, porque sólo nos permite percibir el pasado. Observe, de refilón, el lector intrigado al Sol, ¿ya? ¿Cree que ha contemplado el astro rey en este mismo instante? Yerra. La luz que ha llegado a sus ojos salió del Sol hace ocho minutos; si nuestra estrella explotase en este momento, tardaríamos ocho minutos en percatarnos: el presente permanece impenetrable. ¿Qué sucedía en nuestro pequeño planeta, quizá se pregunte el observador curioso, cuando las estrellas emitieron la luz que ahora contemplamos durante la noche?

   Abramos la segunda parte de don Quijote de la Mancha y detengámonos en el capítulo cuarenta y uno: con gracia inimitable Sancho nos cuenta el viaje imaginario que hace, en un ingenioso vehículo apellidado Clavileño, a las siete cabritillas, por otro nombre cúmulo estelar de las Pléyades: antes que Julio Verne, Cervantes concibe un viaje interestelar tripulado. Coincidiendo, aproximadamente, con el nacimiento del inmortal novelista, hace cuatrocientos cincuenta años, la luz que ahora vemos emigró de las Pléyades, un grupo de estrellas jóvenes formadas cuando los dinosaurios moraban en la Tierra.

   Orión es una de las más hermosas constelaciones del cielo; al escritor le encanta salir de su casa las noches despejadas de invierno, mirar al sur, levantar la cabeza y observar al majestuoso Cazador en el firmamento: Betelgeuse, la estrella más brillante de la constelación, es una supergigante roja. Cuando la luz que ahora observo abandonó la estrella, probablemente hace algo más de seiscientos años, la peste negra mataba a un tercio de la población en una Europa asolada por las guerras; Petrarca escribía en Italia; la península ibérica estaba dividida en los reinos Castilla, Aragón, Portugal, Navarra y Granada.

   Si es en el verano cuando el noctámbulo observador levanta sus ojos al cielo, encima de su cabeza, en medio de la Vía Láctea, hallará la bella constelación del Cisne; la estrella más brillante de la constelación, Deneb, una supergigante blanca, es una de las más luminosas que se han catalogado; los astrónomos aún dudan de la distancia a que se encuentra, pero si es cierto el cálculo más creíble, cuando la luz que ahora vemos abandonó la estrella, hace mil cuatrocientos años, los visigodos vivían en España. ¡Y mira que ha llovido desde entonces!

8 comentarios:

Aprendiz dijo...

Fantástica tu reflexión. La visión nocturna de las estrellas es una maravillosa metáfora de la esencia y la apariencia. Los griegos hablaron de ello. Siguiendo con la luz. Cuando me veo en un espejo no me contemplo en el momento presente sino tal como era unas milésimas de segundo antes. Es imposible verme en el momento presente. Heráclito dijo que “Todo fluye”, vivimos en un universo de cambios continuos e incesantes.
Me interesa la visión científica de este problema: el cambio. Heráclito llegó a negar la lógica (es decir la ciencia) al concluir que A no es A, la primera es A(t) es distinta de la segunda A(t+1). La naturaleza está en permanente mutación, nuestros lenguajes (matemático, físico o filosófico) no son capaces de representar ese dinamismo, representan lo estático. Nietzsche se quejaba de que la gran farsa de la metafísica griega venía de la incapacidad de representar el devenir cuando se referían al ser.
Tres ejemplos para demostrar la incapacidad de nuestros lenguajes para habérnoslas con el cambio.
1. Limitación del lenguaje filosófico. Hablo de mí como si fuese algo constante a través de los cambios, doy a entender que hay una naturaleza estable fija sobre la que se asientan los accidentes .Los empiristas lo pusieron en duda. Tengo entendido que cada 8 años se renuevan todas las células del organismo ¿Dónde está el elemento unificador e inmutable? .El lenguaje solo puede representar la naturaleza como entidades fijas. ¿Qué hay de común entre mi yo presente y el de hace veinte años? ¿No es una impostura llamarlo igual cuando son distintos?
2. Limitación del lenguaje físico. Como buen aristotélico te resultara muy familiar este ejemplo. Una semilla se convierte en un manzano, la semilla manifiesta sus potencialidades y alcanza el acto convirtiéndose en un hermoso manzano. ¿Cuando deja de ser semilla para convertirse en manzano? No lo sabemos, sabemos de la urgencia de la semilla por cumplir su naturaleza, alcanzar ser un manzano. El concepto “semilla” pretende categorizar una realidad cambiante, inasible y al no poder hacerlo lo fija, lo estabiliza en una representación muerta. La semilla no existe, es una entidad en maduración.
3. Limitación del lenguaje matemático. La luna en su órbita pierde energía, dentro de miles de años caerá sobre la tierra, sus variables están cambiando sin embargo lo consideramos un cuerpo con constantes fijas. Su cambio es despreciable a nivel macroscópico. ¿Respetamos en nuestros cálculos la visión heracliteana?. A nivel microscópico ¿respetamos la inconstancia de las partículas elementales?
Gracias por tu blog, es imaginativo e interdisciplinar.

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Cierto que, como Heráclito propone, la naturaleza parece que fluyen sin cesar; que su esencia consiste en ese eterno correr. Pero, como en tantos asuntos humanos, eso sólo es una parte de la verdad; porque, -ya Parménides recordaba-, hay mucho que permanece invariable. Podría resaltar los cambios o la inmutabilidad; me voy a fijar en la segunda. Las leyes de conservación son las leyes fundamentales de la física: la ley de conservación de la energía, la ley de conservación de la cantidad de movimiento, la ley de conservación del impulso angular (simplificando exageradamente, la cantidad de rotación que tiene un cuerpo); cualquiera de estas tres leyes (y hay más), definidas con toda precisión matemática, muestran que en el aparente cambio de la naturaleza hay magnitudes que permanecen invariables. La misma invariabilidad demuestra la teoría de la relatividad, a la que vulgarmente se le atribuye, que los fenómenos y opiniones son relativos, que dependen del observador. Según la relatividad las leyes de la física son inmutables para cualquier observador, aunque para ello se modifiquen los relojes y varas de medir. Las constantes fundamentales de la naturaleza: la velocidad de la luz en el vacío, la constante de la gravitación universal o la microscópica constante de Planck son magnitudes inmutables a lo largo del tiempo y en cualquier lugar del universo.

Como puedes comprobar estimado amigo todo cambia… excepto lo que no puede cambiar.

En cuanto a la inconstancia de las partículas elementales; la teoría física les permite que hagan todo, excepto lo que tienen prohibido. Por ejemplo, uno de tus electrones, es posible que esté al lado de Plutón y después de nuevo en tu cuerpo. Otro ejemplo: las partículas elementales pueden salir de la nada, repito de la nada, y volver a desaparecer durante un tiempo minúsculo.

Y en cuanto a nuestra persistencia: todo se reduce a la memoria, sin memoria nosotros no nos reconoceríamos. Que estemos hechos con unos átomos o con otros, incluso que seamos de proteínas o de silicio, la materia no importa, la memoria nos proporciona la identidad.

Cordialmente

Epi

Aprendiz dijo...

Gracias por tus amables comentarios.
Decía Borges que nacemos platónicos o aristotélicos, bueno, pues una afiliación anterior es reconocernos de Heráclito o de Parménides.
El ser no tiene naturaleza, tiene historia. El ser reducido a la memoria como tú apuntas, para un materialista reside en las sinapsis neuronales (la memoria es un epifenómeno), para un no materialista en el alma. Yo soy más clásico, pienso en un ente como sustrato de los cambios.
El problema del cambio en la filosofía es que el lenguaje no lo logra capturar. Todo lenguaje violenta la realidad desde entidades estables, fijas, constantes (Parménides). No deberíamos hablar de lo que es, sino de lo que está siendo, de lo que se está transformando en otro. Los términos “semilla” o “presente” son “panta rei”, inabordables.
El cambio es muy difícil de conceptualizar. Por ejemplo el Principio de conservación de la energía, ¿Es verdad que solo se cumple en el caso del universo en su conjunto ya que no hay sistemas aislados? ¿Cualquier sistema autónomo y hermético está cambiando por el influjo de los cambios exteriores? ¿Los físicos pensáis que los cambios son despreciables y que el sistema es constante? El Principio de conservación salva a Parménides (hay constantes, estabilidad) tachando a Heráclito (devenir, cambio) de despreciable.
Una curiosidad para el desprevenido aprendiz. Una campana al vacio herméticamente cerrada con un péndulo de 100 metros ¿Se considera constante a lo largo de un año?

Gracias por tú blog, da que pensar.

C. Armesto dijo...

Querido amigo

Para un físico no hay contradicción entre Heráclito y Parménides. Hay aspectos de la realidad que están cambiando permanentemente y algunas magnitudes permanecen inmutables.

Si suponemos que la tarea de la ciencia consiste en crear modelos y teorías para captar la realidad… nunca sabremos cómo es la realidad, a todo lo más, cada vez nos acercamos más a ella. A medida que la ciencia avanza, se elaboran mejores modelos, lo que significa que se predice con mayor exactitud el comportamiento de un mayor número de fenómenos (Popper dixit). Una muy buena aproximación (modelo) para muchos sistemas consiste en suponerlos aislados; una muy buena aproximación para muchos sistemas consiste en suponerlos constantes, una muy buena aproximación para muchos sistemas consiste en suponerlos variables. ¿Toda la ciencia se reduce a aproximaciones? Sí. Y estas aproximaciones nos permiten fabricar medicinas, armas, transportes, aparatos de comunicaciones, máquinas…

En cuanto a la campana. Me tienes que aclarar el contexto experimental, porque puedo contestar que sí y puedo contestar que no. El término constante que para ti es una palabra sin significado preciso para un físico es una definición. Y sí, puedo imaginar una campana de cualquier tamaño como un sistema aislado en el que puedo medir determinadas magnitudes físicas y a partir de ellas predecir la estabilidad del sistema o su futura evolución. El sistema de la campana lo trato como un modelo ideal; después cuanto más se aproxime la campana real a la ideal más certeza tendré yo en acertar en mis predicciones. Puedes comprobar que a la campana ideal (Platón) le atribuyo unas características medibles y un comportamiento: con todo ello puedo hacer predicciones teóricas y todo va maravilloso en el mundo de Platón. La ciencia consiste en testar el ideal con la cruda realidad: si el comportamiento de la campana real (mido magnitudes físicas para conocerlo) coincide con el comportamiento del mundo ideal deduzco que la campana real se parece mucho a la ideal, ¿y si no se parece? Es que el mundo ideal estaba equivocado.

Saludos cordiales de Epi

PD. Estimado amigo hablar de que todo fluye supone meter en danza el tiempo y el tiempo es sobremanera escurridizo y traidor: tu tiempo y mi tiempo son distintos (no psicológicamente sino físicamente distintos), es imposible ponernos de acuerdo en la simultaneidad de sucesos, mi pasado puede ser tu futuro y viceversa… Y sin embargo necesitamos de ese tiempo cambiante para concluir que las leyes físicas que observan distintos experimentadores permanecen inmutables (como Einstein postuló y los físicos comprobaron).

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Hace algunos años la Nasa solicitó, a los amantes de la astronomía de todo el mundo, nombres relacionados con la astronomía. Pretendía disponer de nombres para los accidentes geográficos de Plutón que encontrase la sonda New Horizons cuando llegase al planeta enano.

El escritor propuso dos:
Clavileño, por ser el vehículo espacial con el que don Quijote y Sancho llegaron a las Pléyades; y
Castroforte de Bararlla, la ciudad gallega que, cuando una emoción intensa se apodera de sus moradores, levita, flota en el aire, o sea, una ciudad espacial. (Gonzalo Torrente Ballester inventó la ficción en su novela “La saga fuga de JB”).

Ignoro si fueron aceptados

Saludos cordiales
Epi

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

New Horizons sobrevoló el objeto transneptuniano (más lejano que el planeta Neptuno) Ultima Thule el 1 de enero de 2019; sin embargo, las dos sondas espaciales Voyager 1 y Voyager 2 han llegado y se encuentran mucho más lejos.

Saludos cordiales

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

1º Si algo o alguien, Supermán, por poner un ejemplo, lograse parar un planeta, Mercurio, Venus o Marte, por ejemplo, como argumentas; al soltarlo, no continuaría girando en su órbita, la fuerza de la gravedad lo atraería en línea recta hacia el Sol.

2º Me parece entender que crees que hay, al menos, dos fuerzas responsables del movimiento de los planetas: yerras. Sólo hay una: la fuerza de atracción de la gravedad del Sol, nada más.

3º La fuerza resultante del magnetismo terrestre nada tiene que ver con el movimiento del planeta en su órbita.

Saludos cordiales

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Las dos Voyager -1 y 2- salieron de la Tierra en 1977. Ambas siguen funcionando y mandando información que se recibe en la Tierra.
La Voyager 1 fue el primer objeto artificial en penetrar en el espacio interestelar: abandonó la heliosfera en agosto de 2012. La Voyager 2 salió de la heliosfera en diciembre de 2018.

Entendemos que la heliosfera es la región a la que llega el viento solar; pero el propio sistema solar acaba en la Nube de Oort.

Saludos cordiales