Leía
con tranquilidad los mensajes electrónicos diarios cuando, al abrir uno, un
emocionado compañero me comunicaba:
-
La teoría de la relatividad explica algunos aspectos del funcionamiento de tu
coche, -ya sé que no me lo vas a creer-, ve al Physical Review Letters y
compruébalo.
Normalmente
suelo desdeñar quién tan disparatadas recomendaciones me hace; pero, como se
trataba de alguien fiable, acepté la sugerencia: fui, leí y apenas creí lo que
descubrí. Porque, efectivamente, en el año 2011, el científico Rajeev Ahuja hizo
unas simulaciones en ordenador que demostraban que la teoría de la relatividad
afecta a algo tan cotidiano como un automóvil.
Es
dudoso que un culto lector sepa que muchos de los efectos que predice la teoría
de la relatividad sólo se manifiestan cuando las velocidades se aproximan a la velocidad
de la luz; sin embargo, es más probable que el mismo lector no ignore que los
electrones se mueven en los átomos; y no le costará creer que a velocidades muy
inferiores a los trescientos mil kilómetros por segundo (la velocidad de la luz
en el vacío). Hay excepciones a esta regla, y una de ellas se da en el plomo,
el átomo estable más pesado que existe. En él, los electrones, para
contrarrestar la fuerte atracción eléctrica de un gran núcleo, se mueven a
velocidades cercanas a la de la luz; lo que significa –así lo establece la teoría
de la relatividad- que su masa aumenta. ¿Tiene eso alguna importancia? Sí, porque
obligatoriamente debe disminuir el radio de sus órbitas (para que se mantenga inmutable
su momento angular, requisito ineludible en estos movimientos). Esta
contracción altera las propiedades de los átomos y explica que sean inusitadas.
El lector culto estará de acuerdo conmigo en que la batería de ácido sulfúrico y
plomo de un automóvil es la aplicación más común de la química del plomo; pues
bien, las simulaciones efectuadas por los autores del estudio indican que el
ochenta por ciento del voltaje total de la batería (un voltio y siete décimas,
de los dos voltios y una décima que hay entre cada dos placas) procede de efectos
relativistas. ¿Alguien podría imaginar que en el arranque de un automóvil intervenga
el mismo fenómeno –la conversión de masa en energía- que ocurre en una bomba
atómica? ¡Vivir para ver!
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