En el primer cuarto del siglo XX se produjo una segunda revolución en la física: la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica cambiaron la ciencia; porque, si bien la primera teoría resultó revolucionaria, la segunda lo fue más todavía al oponerse al sentido común. Las discusiones sobre su interpretación comenzaron desde su formulación y aún continúan; tanto es así que, aunque todos los físicos la utilizan, no todos la interpretan de la misma manera. El punto álgido de la polémica ocurrió en el congreso Solvay, en Bruselas, en 1927; estaban los mejores físicos del momento Planck, Einstein, Bohr, Heisenberg, Schrodinger, Dirac, de Broglie, Pauli; sorprendentemente las discusiones más interesantes tuvieron lugar durante las comidas, en el hotel en el que estaban alojados los participantes; allí comenzó el magistral debate entre Niels Bohr y Albert Einstein; ambos llevaron el peso de la polémica sobre la interpretación de la mecánica cuántica. A Einstein no le satisfacía la falta de causalidad que contiene la mecánica cuántica y, constantemente, planteaba situaciones experimentales imaginarias, contradictorias con la teoría; en un primer momento Bohr quedaba angustiado, pero más adelante siempre encontraba la solución del problema.
Reproduzco algunos retazos de las conversaciones, espero que para solaz del lector inteligente:
- "Dios no juega a los dados", afirmaba Einstein.
- "No es, ni puede ser, tarea nuestra ordenar a Dios como debe regir el mundo", le rebatía Bohr.
- "El Señor es sutil, pero no malévolo", argumentaba Einstein.
- "Einstein, deje de decirle a Dios el que tiene que hacer”, le refutaba Bohr.
- “Señores, no les entiendo. Se puede ser agnóstico o ateo, aunque yo creo que sin un entusiasmo religioso por los conceptos científicos es imposible la ciencia. Se puede también concebir que Dios creara un mundo y unas leyes diametralmente distintas a las que nos gobiernan. Pero pensar que en cada instante Dios está jugando a los dados con todos los electrones del universo, eso, que quieren que les diga, me parece demasiado ateísmo”, objetaba Einstein.
- “Le voy a devolver el cumplido casi en los mismos términos. Yo puedo imaginar un mundo donde un genio exterior a las cosas sea capaz de determinar su posición y su movimiento sin error alguno. Pero que nosotros podamos determinar el mundo que quiso crear Dios, causal o azaroso, eso, querido doctor, me parece excesiva presunción”, contestaba Bohr.
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