Al
erudito lector que disfrute leyendo las sagas nórdicas, le sorprenderá la
curiosa piedra solar con la que se orientaban los vikingos. Antes de conocer la
brújula magnética, y durante sus largas expediciones, los navegantes nórdicos se
fijaron en que podían encontrar la posición del Sol, oculto por las nubes, si
orientaban un mineral hacia la parte despejada del cielo. Y no se trata de una
superstición; el arqueólogo Thorkild Ramskou supone que usaban un cristal de
cordierita, mineral que cambia de color al variar el grado de polarización de
la luz procedente del cielo.
Para
entender el fenómeno recurramos a una metáfora: imaginémonos a los corpúsculos
de luz como minúsculos huevos; la luz sin polarizar constaría de un chorro de
huevecillos sin orientar, pero si la luz está polarizada los huevos tendrían
una orientación, vertical, como cuando se guardan en la huevera, por ejemplo.
Cuando la luz solar –sin polarizar- llega a la atmósfera, los átomos la
absorben y, a continuación, la emiten polarizada. Examinemos ahora una zona del
cielo azul; si disponemos del instrumento adecuado notaremos que la luz que nos
llega está polarizada (en la dirección perpendicular al plano que contiene el
Sol, esa zona y nosotros); si repetimos las observaciones veremos que, cuando
el Sol está próximo al horizonte, la zona del cielo cuya luz presenta mayor
polarización estará encima de nuestra cabeza. Evidentemente; para orientarse
bajo un cielo encapotado, los pilotos debían esperar a que se abriese un claro,
porque la luz procedente de las nubes no está polarizada.
Los
ojos humanos, hábiles para ver los distintos colores, no están diseñados para
distinguir los diferentes grados de polarización. Sin embargo, no somos
completamente ciegos al fenómeno; la luz polarizada crea un dibujo muy débil y
difícil de ver en el centro del campo visual: se trata de una figura de color
amarillo con el aspecto de un reloj de arena horizontal (técnicamente llamado
cepillo de Haidinger). Los fisiólogos ya le han encontrado una explicación: el
pigmento del centro de la retina (la mácula lútea) absorbe más o menos luz
dependiendo de su polarización. Añadiré, para satisfacer la curiosidad del
excepcional lector que haya conseguido verlo, que la dirección de la
polarización de la luz es perpendicular a la figura amarilla.
Admiremos
a los animales –abejas, mantis, pulpo, calamares y sepia- que perciben la luz
polarizada; algunos de ellos, como los antiguos navegantes vikingos, usan su
habilidad para orientarse.
1 comentario:
Estimado amigo
La polarización de la luz está más presente en la vida diaria de lo que crees. Las gafas de sol polarizadas que usan muchos camioneros tienen unos cristales que impiden el paso de la luz polarizada; el fin que persiguen es eliminar los reflejos del asfalto y de los vidrios de los coches, debido a que la luz reflejada es luz polarizada. El uso de tales gafas, por tanto, reduce la fatiga ocular del conductor.
Saludos
Epi
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