La
termodinámica es una ciencia fundamentada en leyes de validez universal. La
imposibilidad de construir una máquina térmica de movimiento perpetuo,
atestiguada por todos los intentos fracasados durante siglos, es el fundamento
de las dos primeras leyes de esta ciencia. La primera ley asegura que es
imposible diseñar una máquina que produzca trabajo útil sin ningún cambio en el
ambiente (es importante añadir el tecnicismo, funcionando de manera cíclica). La
segunda ley afirma que es imposible idear una máquina que convierta todo el
calor -producido al quemar un combustible- en trabajo útil (funcionando de
manera cíclica). Afortunadamente, podemos enunciar ambas leyes de forma más
intuitiva. La primera ley equivale a proponer -y así lo hicieron Julius Mayer y
James Joule- que la energía se conserva: ni se crea ni destruye, únicamente se
transforma. Ludwig Boltzmann expresó la segunda ley de otra manera: estableció
que cualquier cambio en la naturaleza sólo puede suceder si aumenta el desorden
(al que llamó entropía) de las partículas que componen el universo. Una
acalorada polémica, entre partidarios y detractores, siguió a la formulación de
esta innovadora teoría. Inicialmente, los incrédulos parecían ganar el debate
(algunos aseguran que Boltzmann se suicidó por ello), porque –argumentaban- no
existían pruebas que confirmasen la teoría atómica. Al fin, los físicos
demostraron, con observaciones irrebatibles, que Boltzmann había acertado: su
teoría era una versión de la segunda ley.
La
batalla dialéctica había acabado… hasta que los biólogos se fijaron en que los
organismos vivos no cumplían la segunda ley termodinámica. Después de todo
–aseguraban, y no les falta razón- el crecimiento de cualquier animal es una
prueba evidente de un cambio con disminución, y no aumento, del desorden; pues
en un animal los átomos están más ordenados que en la atmósfera, en una roca o
en el agua. Los físicos tuvieron que afinar el ingenio para salvar la
contradicción: durante la formación de un elefante –arguyeron- la entropía
interna disminuye; pero –y aquí está el intríngulis del asunto- aumenta el
desorden externo, aumento suficiente para compensar la disminución y producir
un aumento neto. Tan ingeniosa tesis había que comprobarla; lamentablemente los
físicos sólo pueden medir la entropía en los estados de equilibrio y ningún ser
vivo se encuentra en tal estado, pues todos pierden y ganan materia
continuamente. La termodinámica ordinaria (de equilibrio) nada puede decirnos de
los fenómenos biológicos, necesitamos formular una nueva ciencia, la
termodinámica del no equilibrio: en eso trabajan los físicos.
3 comentarios:
Estimado amigo
1.La mayor parte de los sistemas naturales no están en un estado de equilibrio termodinámico.
2.La segunda respuesta es un poco técnica. El estado de equilibrio termodinámico de un sistema es distinto del estado estacionario; en ambos estados las magnitudes macroscópicas (presiones, temperaturas y concentraciones) del sistema permanecen invariables y ello puede conducir a confusión; pero el primero no puede intercambiar materia con el ambiente y el segundo sí.
Saludos afectuosos
Epi
Estimado amigo
Precisaré un poco más. El segundo principio afirma que la entropía (de un sistema aislado que mantiene el volumen invariable) siempre aumenta; pero Boltzmann y Clausius dieron dos definiciones de entropía muy diferentes, que se demuestra que son idénticas. Una recurre a una medida del desorden de un sistema y la otra recurre al cociente entre el calor intercambiado entre el sistema y sus alrededores y la temperatura; rehuyo dar la definición técnica de ambas.
Saludos
Estimados amigo y amiga
Según la termodinámica clásica (mecánica estadística excluida) existen dos enunciados equivalentes para la segunda ley de la termodinámica:
Kelvin - Planck: es imposible un proceso que convierta todo el calor absorbido en trabajo.
Clausius: es imposible un proceso cuyo único resultado sea extraer calor de un foco frío y llevarlo a uno caliente.
Saludos
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