Reconozco
que tengo una afición casi morbosa por algunos fenómenos físicos. Cuando
intento comprender el vacío siento como si me sumergiese en profundos arcanos
que mi mente apenas alcanza a comprender. Probablemente todos los lectores cultos
sepan que los humanos, las rocas y las plantas están formados por átomos, pero
quizá ignoren que estos minúsculos objetos no son compactos, no son ínfimas
bolitas de billar, están compuestos casi exclusivamente por vacío. Para
comprenderlo podemos ampliar imaginariamente el minúsculo tamaño de un átomo
hasta que se vuelva tan grande como la catedral de Santiago de Compostela: un
moscón perdido en el espacio de la nave central del magno edificio simularía el
núcleo atómico y unos diminutos granos de polvo flotando cerca de las paredes,
los electrones. Extraigamos conclusiones: bastante más del noventa y nuevo por
ciento de la silla, donde probablemente esté sentado el lector meditabundo, lo
constituye el vacío. ¿Comienza a sentir vértigo intelectual? Pues recupérese
del esfuerzo, porque vamos a asomarnos a otro precipicio si cabe más profundo.
El universo está habitado por galaxias, cientos de miles de estrellas grandes,
medianas y pequeñas componen estos dinámicos entes extraordinariamente grandes
y hermosos, en los que apenas cuentan, en cuanto a cantidad de materia, los
planetas. Pues bien, si redujéramos el tamaño de una galaxia hasta que sus
estrellas componentes adquiriesen el tamaño de un guisante, cien increíbles
kilómetros separarían dos guisantes cualesquiera; fíjate bien amigo lector,
¿qué hay entre los guisantes, quiero decir entre las estrellas? Nada, apenas un
átomo perdido por ahí y otro por allá. Las galaxias están hechas casi
exclusivamente con vacío. La última transformación es más modesta y
comprensible, convirtamos las galaxias en garbanzos: una cuarta, veinticinco
centímetros, separaría dos galaxias. Resumiendo el universo es un conjunto de
galaxias casi vacías, formadas por átomos casi vacíos. Colegimos que el
universo está casi vacío. ¿Cuál es la importancia del majestuoso Sol?, ¿qué
valor tiene nuestro hermoso planeta?, ¿tiene algún significado nuestra
existencia? No oso dar ninguna respuesta a estas preguntas. “Toda novedad y
primavera penden del corazón del hombre, y es este quien elige las estaciones,
las ardientes amistades, las canciones, los caminos, la esposa y la sepultura,
y también las soledades, los naufragios y las derrotas. Buscar el sentido
profundo de la vida es el grande, nobilísimo ocio”. Ha escrito Álvaro Cunqueiro
y nada tengo que añadir.
1 comentario:
Estimado amigo
Según la mecánica cuántica, el vacío cuántico no está verdaderamente vacío, sino que contiene ondas electromagnéticas y partículas que fluctúan entre la existencia y la inexistencia: ora existen, ora no existen. Se considera, entonces, el vacío como el estado de menor energía posible.
Ni siquiera el vacío clásico es tan sencillo como pudiera parecer. Extraigamos toda la materia, sólidos, líquidos y gases, de una región del espacio; aun así, el espacio no estaría vacío, contendría radiación electromagnética: parte de la radiación es térmica y se la puede eliminar enfriando; pero otra parte, no, aunque se pudiera bajar la temperatura al cero absoluto, seguiría reteniendo radiación electromagnética. Esta radiación residual es una característica inherente del vacío, y no puede suprimirse.
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