sábado, 11 de julio de 2009

Clatratos, un inesperado fusil climático


Indagar en el pasado -pensará el ingenuo lector- es labor de ineficaces eruditos quienes, a falta de un trabajo productivo, entretienen su ocio o justifican su sueldo con inútiles menesteres. No argumentaré sobre la utilidad del conocimiento para el bienestar física e intelectual de la humanidad, sí diré, en cambio, que la aparentemente inservible sabiduría nos depara curiosas sorpresas como la que sigue.
Hace cincuenta y cinco millones ochocientos mil años, y mira que ha pasado tiempo desde entonces, súbitamente aumentó la temperatura media de la superficie terrestre en seis grados, un suceso que los científicos bautizaron con el extraño nombre de PETM (iniciales de Paleocene-Eocene Thermal Maximun). ¿Qué sucedió entonces en el planeta? En apenas veinte mil años –muy poco tiempo en términos geológicos- cambió bruscamente el clima, ni más ni menos. El acontecimiento tuvo dramáticas consecuencias: se extinguieron multitud de microorganismos marinos, y se podó el árbol de los mamíferos hasta dejar los linajes contemporáneos. ¿Tiene algún interés para nosotros estudiar sucesos tan lejanos? Qué nos puede importar bicho más bicho menos, alegará algún ingenuo y algo egoísta contemporáneo. Los paleontólogos, siempre curiosos, han intentado identificar al autor del desastre. Después de arduos trabajos han encontrado que una intensa actividad volcánica, que calentó los océanos, podría ser la causante del desafuero. Si el agua está más caliente mejor, pensará alguno, baños en cualquier época del año, más turismo... Ignoremos quien tan simples opiniones tiene y preguntemos por los datos. Resulta que en los sedimentos de los fondos oceánicos actuales existen grandes cantidades de compuestos de metano -apellidados clatratos de metano- y que el aumento de la temperatura del agua marina provoca la liberación repentina del gas; sucede entonces que llega a la atmósfera metano suficiente como para elevar la temperatura cinco grados, porque, no debemos olvidar, el metano provoca un efecto invernadero más potente aún que el dióxido de carbono.
Tan pronto se descubrió el fenómeno, los climatólogos se preguntaron si el calentamiento contemporáneo podría provocar la liberación repentina de grandes cantidades de gas natural (cuyo componente principal es el metano) de los depósitos marinos. Las respuestas a las que llegaron no deben ser muy optimistas pues decidieron llamar al fenómeno fusil de clatratos. Nombre bélico apropiado, acaso porque las consecuencias para la humanidad, de producirse, serían tan horrorosas como una gran guerra, quizá peores.

1 comentario:

C. Armesto dijo...

Estimada amiga:

Es cierto que cada vez el Ártico contiene menos hielo y la Antártida tiene más hielo; por lo que, para quienes hacen análisis cualitativos parece que ambas tendencias se neutralizan. Sin embargo, para los científicos no son suficientes las razones cualitativas, se necesitan, además, medidas cuantitativas. Y ellas marcan la diferencia. El Ártico ha perdido un promedio de 53.870 kilómetros cuadrados de hielo marítimo al año desde el fin de la década de 1970 hasta la actualidad (2014); mientras que la Antártida ha ganado un promedio de 18.900 kilómetros cuadrados por año.

Conclusión: la Tierra globalmente está perdiendo hielo del mar.