sábado, 20 de diciembre de 2008

Redundante mensajería


A pesar de que la mayoría de los europeos somos muy carnívoros y de que comemos mucho más carne de vaca, cerdo y pollo de la que sería conveniente, apenas nos paramos a pensar que son músculos lo que con tanta ansia devoramos; y que cualquier animal vertebrado contiene tras clases de músculos diferentes: los esqueléticos, que tensamos a voluntad, los lisos que se contraen con independencia de nuestro consentimiento y los cardíacos que tienen características comunes a ambos, pues aún siendo involuntarios, su anatomía se parece más a la de los primeros. Conocemos el corazón, lo hemos visto en múltiples fotografías, y a él atribuimos, sin ningún fundamento, nuestros amores; estamos habituados a palpar los músculos esqueléticos de los brazos -y muchos hombres a presumir de ellos-; tal vez resulten más extraños los músculos lisos: quienes hayan saboreado los callos –el intestino de las vacas- sabrán de lo que estoy hablando. Abandonadas las cuestiones anatómicas (y gastronómicas), quizá nos interese saber por qué se contraen los músculos. Simplificando un poco diría que cada célula muscular está conectada –sin que haya unión física- a una neurona; cuando la neurona recibe una orden, en forma de señal eléctrica, del cerebro o de la médula espinal, emite unas moléculas mensajeras que actúan sobre el músculo y logran su contracción. Así de fácil, así de difícil: un poquito de electricidad y los músculos que creíamos dominar se contraen. Pero no son fenómenos eléctricos los que me interesan en este momento, sino cómo se las arreglan las neuronas para comunicarse con los músculos. Las fibras nerviosas fabrican unas moléculas mensajeras, ni más ni menos. Todos los músculos esqueléticos usan un único mensajero que hemos llamado acetilcolina; sin embargo, en los músculos lisos y en el corazón, los transmisores utilizados son dos, la acetilcolina y la noradrenalina. Probablemente el lector curioso haya oído hablar de la segunda: también actúa como hormona fabricada por las glándulas suprarrenales en situaciones de estrés. Más desconocida le resultará la primera; el lector morboso quizá sepa que algunas armas químicas de destrucción masiva, los agentes nerviosos, impiden que se elimine la acetilcolina, con el funesto resultado de una estimulación continua de los músculos y del sistema nervioso.

Me pregunto, ¿por qué dos mensajeros? ¿A qué se debe esa falta de economía? Muchos son los misterios que quedan por desentrañar.

1 comentario:

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

1º La acetilcolina es un mensajero químico ampliamente usado por el organismo; neuronas del sistema nervioso central, el sistema nervioso autónomo y el sistema nerviosos periférico lo usan para comunicarse.

2º Los agentes nerviosos de la guerra química y varios insecticidas actúan inhibiendo la acetilcolinesterasa, el enzima que elimina la acetilcolina: sus efectos son terroríficos pues provocan una activación continua de los músculos y glándulas que conduce a la muerte.

Saludos de Epi