A pesar de que la mayoría de los
europeos somos muy carnívoros y de que comemos mucho más carne de vaca, cerdo y
pollo de la que sería conveniente, apenas nos paramos a pensar que son músculos
lo que con tanta ansia devoramos; y que cualquier animal vertebrado contiene tras
clases de músculos diferentes: los esqueléticos, que tensamos a voluntad, los
lisos que se contraen con independencia de nuestro consentimiento y los
cardíacos que tienen características comunes a ambos, pues aún siendo
involuntarios, su anatomía se parece más a la de los primeros. Conocemos el
corazón, lo hemos visto en múltiples fotografías, y a él atribuimos, sin ningún fundamento, nuestros amores; estamos habituados a palpar
los músculos esqueléticos de los brazos -y muchos hombres a presumir de ellos-;
tal vez resulten más extraños los músculos lisos: quienes hayan saboreado los
callos –el intestino de las vacas- sabrán de lo que estoy hablando. Abandonadas
las cuestiones anatómicas (y gastronómicas), quizá nos interese saber por qué
se contraen los músculos. Simplificando un poco diría que cada célula muscular
está conectada –sin que haya unión física- a una neurona; cuando la neurona
recibe una orden, en forma de señal eléctrica, del cerebro o de la médula
espinal, emite unas moléculas mensajeras que actúan sobre el músculo y logran
su contracción. Así de fácil, así de difícil: un poquito de electricidad y los
músculos que creíamos dominar se contraen. Pero no son fenómenos eléctricos los
que me interesan en este momento, sino cómo se las arreglan las neuronas para
comunicarse con los músculos. Las fibras nerviosas fabrican unas moléculas
mensajeras, ni más ni menos. Todos los músculos esqueléticos usan un único
mensajero que hemos llamado acetilcolina; sin embargo, en los músculos lisos y
en el corazón, los transmisores utilizados son dos, la acetilcolina y la
noradrenalina. Probablemente el lector curioso haya oído hablar de la segunda: también
actúa como hormona fabricada por las glándulas suprarrenales en situaciones de
estrés. Más desconocida le resultará la primera; el lector morboso quizá sepa
que algunas armas químicas de destrucción masiva, los agentes nerviosos,
impiden que se elimine la acetilcolina, con el funesto resultado de una
estimulación continua de los músculos y del sistema nervioso.
Me pregunto, ¿por qué dos mensajeros? ¿A
qué se debe esa falta de economía? Muchos son los misterios que quedan por
desentrañar.
1 comentario:
Estimado amigo
1º La acetilcolina es un mensajero químico ampliamente usado por el organismo; neuronas del sistema nervioso central, el sistema nervioso autónomo y el sistema nerviosos periférico lo usan para comunicarse.
2º Los agentes nerviosos de la guerra química y varios insecticidas actúan inhibiendo la acetilcolinesterasa, el enzima que elimina la acetilcolina: sus efectos son terroríficos pues provocan una activación continua de los músculos y glándulas que conduce a la muerte.
Saludos de Epi
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