Unos de estos días, en una tasca,
degustaba unas lonchas de jamón ibérico regadas con una espumosa cerveza,
cuando, casualmente, me encontré con un buen amigo biólogo. Al breve comentario
sobre las bondades gastronómicas le sucedió una amena conversación científica.
Trataré de resumir el discurso que me ocupó la mente y me hizo olvidar el
exquisito ágape. Los lectores maduros recordarán, de haberlo estudiado en su
edad juvenil, que las células humanas, tanto las del cerebro como las del corazón,
de un músculo o de una víscera cualquiera, contienen veintitrés pares de
cromosomas. ¿Todas? No, los óvulos y espermatozoides poseen justamente la
mitad. ¿A qué se debe tan excepcional contingencia?, quizá se pregunte alguien excepcionalmente
curioso. A que ambos se producen cuando unas células especiales de los ovarios
(o testículos) se dividen en dos, y cada una se lleva consigo solamente un
cromosoma de cada par, –le contestará un biólogo sin tardanza-. Así sucede casi
siempre. Lamentablemente, a veces, la madre naturaleza se equivoca, y uno de
los cromosomas del óvulo (o del espermatozoide), concretamente, el veintiuno, se
halla duplicado. ¿Qué sucede entonces? Muchas veces, la mayoría, nada: las
células anormales mueren al cabo de pocos días. Pero si se une un óvulo con un
espermatozoide, siendo uno de ellos anómalo, la célula resultante tendrá un cromosoma
de más: si ese óvulo fecundado se desarrollara, todas sus células tendrían
cuarenta y siete cromosomas: se habría convertido en un individuo que tiene el
síndrome de Down (antes llamado mongólico). Así de simple, así de dramático. El
lector inteligente deducirá, acertadamente, que el simple análisis cromosómico
de una única célula permite a los padres saber si un embrión o un feto presentan
el síndrome, antes del nacimiento.
Me planteo, ahora, la siguiente
pregunta: ¿los gigantescos avances de la ingeniería genética permitirán alguna
vez la curación de un infante que presente el síndrome de Down? Aparentemente
resulta imposible la curación. Recordemos: todas las células del sujeto tienen
un cromosoma de más: en vez de dos, tienen tres cromosomas veintiuno. Pretender
la eliminación o anulación del cromosoma sobrante en nada más ni nada menos que
billones, repito billones de células que tiene una persona resulta impensable.
¿Será posible conseguir alguna vez tal hazaña? Mi amigo biólogo cree que sí, yo
soy escéptico.
1 comentario:
Estimada amiga
1º Un ginecólogo, mejor que yo, te puede asesorar sobre la conveniencia o no de hacer un test para comprobar si un feto presenta el síndrome. Sí te puedo indicar que la edad de la madre se correlaciona con la frecuencia del nacimiento de un niño afectado con el síndrome de la siguiente manera:
menores de 30 años: 1 cada 1500
entre 30 y 34 años: 1 cada 800
entre 35 y 39 años: 1 cada 385
entre 40 y44 años: 1 cada 106
mayores de 45 años: 1 cada 30
2º Se ignora la causa por la que se produce una división anormal en la formación del óvulo (85 %) o del espermatozoide (15 %).
Saludos
Epi
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