sábado, 19 de julio de 2008

La rana que logró volar

En el año 1992, David Copperfield presentó al público una de las mejores ilusiones jamás logradas: una levitación, el artista volaba por el escenario. Para eliminar la sospecha de que unos alambres pudieran sujetarle, el mago pasaba a través de dos aros. ¿La explicación? Unos hilos de kevlar, invisibles para el espectador, sujetaban al protagonista; y el paso por los aros se debía a una ilusión óptica.
No hay que recurrir al ilusionismo, ni tampoco a la superstición para comprender la levitación magnética, sus fundamentos físicos se conocen desde hace tiempo: un objeto flota cuando una fuerza de repulsión equilibra su peso. Ni más ni menos. Comentaré una de las varias formas de lograr la repulsión magnética, concretamente, la apellidada levitación por diamagnetismo. Para ello, antes, me fijaré en un fenómeno que conocen perfectamente los físicos: algunos objetos -el agua, en particular- colocados en las proximidades de uno de los polos de un imán, son ligeramente repelidos por él; como resulta que los animales están formados en gran parte por agua, ¿por qué no probar con alguno de ellos? En el año 1997, usando imanes que presentaban un magnetismo trescientos mil veces superior al terrestre, los físicos consiguieron una fuerza magnética que compensaba el peso de una rana: el milagro se había producido, un animal vivo levitaba en el laboratorio. No sólo eso, los diseñadores del experimento aseguran que sólo es cuestión de tiempo que puedan hacer lo mismo con humanos, después de todo -recuerdan- el agua constituye el setenta por ciento de nuestro cuerpo. Al llegar a este punto, tal vez debería resaltar un inconveniente, algún escéptico recordó que, para producir el magnetismo con la intensidad requerida, se necesitaría toda la energía de una central nuclear. Incluso aceptando el dispendio energético, el escritor, sabiendo que está formado por átomos y que pesa unas cien veces más que una pequeña rana, supone que se necesitaría un magnetismo mayor para que levitara. Ignora si tal magnetismo le causaría daños corporales o mentales; pero sabe que, con un magnetismo siete millones de veces mayor que el usado con los simpáticos anfibios, sus átomos cambiarían su forma actual más o menos esférica para adquirir un aspecto cilíndrico parecido al de los cigarros puros, y eso -deduce- debe ser muy insano. Sin ninguna duda, prefiero que no experimenten conmigo campos magnéticos tan intensos. 

1 comentario:

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Te doy unos valores de intensidades de campos magnéticos para que compares.

El campo magnético de la Tierra (el que orienta a una brújula): 60 millonésimas de tesla.
Un pequeño imán: una centésima de tesla.
Los electroimanes más potentes construidos: veinticinco teslas.
Magnetares (una clase de estrellas de neutrones): entre diez mil y cien mil millones de teslas.

Cordiales saludos
Epi