sábado, 28 de junio de 2008

Las arqueas y los nóbel


Hace bastantes años leí un delicioso artículo en una revista científica; en él, un investigador se lamentaba de los innumerables trabajos que tuvo que hacer para convencer a sus colegas. El escepticismo se debía a que había encontrado un nuevo agente infeccioso muy distinto a los ya conocidos, que no era una célula, ni siquiera un virus, se trataba de una proteína. Stanley Prusiner, que así se apellidaba el tozudo experimentador, había demostrado, sin lugar a dudas, que los priones -que no eran virus, ni bacterias, ni parásitos- podían provocar enfermedades. Inmediatamente aprecié la importancia del descubrimiento y mi pronóstico fue contundente: merece el premio Nobel. El docto lector imaginará el asombro, cuando no la crítica de mis contertulios, y el escepticismo que me mostraron mis compañeros cuando les comuniqué mi opinión. Unos años después, a Prusiner le concedieron el premio Nobel; más adelante, la aparición del síndrome de las vacas locas, debido a la contaminación a gran escala de la carne de vacuno que consumimos, y la aparición de la enfermedad (encefalopatía) en las personas confirmó la importancia que el conocimiento de los priones tiene para la salud humana.

De nuevo me encuentro en una tesitura similar y, esta vez, quiero dejar mi pronóstico por escrito. Hasta los años setenta del siglo pasado los biólogos creían que todos los seres vivos formados por células sin núcleo eran bacterias: el trabajo pionero de Carl Woese demostró que la hipótesis era errónea. En los ambientes extremos viven las arqueas, semejantes a las bacterias que, a pesar de carecer núcleo, tienen una historia evolutiva diferente y, en algunos aspectos, se parecen más a las células de las plantas, hongos y animales que a las propias bacterias. Simplificando un poco, el investigador había encontrado algo parecido a un nuevo reino de la biosfera. Y no es descabellado afirmar que el primer ser vivo terrestre haya pertenecido a este grupo. Si añado que, en la actualidad, se han encontrado arqueas en ambientes menos rigurosos como los suelos, los océanos o el intestino humano y que –a nadie amarga un dulce- no se ha hallado, hasta la fecha, ninguna arquea patógena, el ilustrado lector ya puede imaginar las causas por las que considero que Carl Woese merece el Nobel… a pesar de que la fundación sueca premia solamente los descubrimientos en fisiología y medicina, y no los exclusivamente biológicos. ¡Qué le vamos a hacer!

1 comentario:

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Tienes razón: me he equivocado; alego una mala disculpa en mi descargo: no existen nobeles de biología, sino de fisiología y medicina.

Además, no aprendo pues me encanta hacer pronósticos. Voy a hacer uno nuevo. En el año 2016 (a finales de este año) le concederán el premio Nobel a Jennifer Doudna y a Emmanuelle Charpentier; y me gustaría que también al español Francisco Martínez Mojica. Por el descubrimiento de Crispr.

Saludos cordiales

Epi