La
regresión a la media es un engañoso término estadístico cuyo significado no
suele entenderse. La atención médica constituye una buena analogía para
explicarla: una persona visita a un médico cuando peor se encuentra y en la
mayoría de los casos se recuperará a continuación. Atribuye la causa de su mejoría
a la intervención médica, pero ¿se habría recuperado igual sin ella? La
regresión a la media se define, más o menos, así: en una serie de sucesos
casuales, agrupados alrededor de un término medio, a un hecho extraordinario le suele seguir uno ordinario. Consideremos el caso de un deportista. Después de
una actuación horrenda contrata a un entrenador y la próxima vez juega mejor.
¿Realmente el entrenador le ayuda o se trata de otro caso de regresión a la
media? Al resultado pésimo tenía que sucederle uno mejor. Si se interpreta
incorrectamente la regresión a la media presenta efectos negativos: por
ejemplo, los profesores pueden creer que los castigos resultan más eficaces que
las alabanzas. Mediado el siglo XX, Daniel Kahneman, futuro Nobel de economía, daba
una conferencia sobre psicología a unos instructores de vuelo. Argumentaba el
profesor que sus estudios con animales le habían mostrado que la recompensa resultaba
más efectiva que el castigo. De pronto, uno de los instructores le interrumpió:
“Usted, señor, trabaja con animales. A menudo he alentado a un piloto que había
efectuado una maniobra perfecta, y la próxima vez casi siempre la hacía peor. He
gritado a algunos por una mala maniobra, y casi con seguridad la próxima vez
habían mejorado. No me diga que la recompensa funciona mejor que el castigo,
porque mi experiencia me indica lo contrario”. El instructor atribuía
erróneamente causalidad a las fluctuaciones aleatorias: porque si una maniobra
se había efectuado extremadamente bien o mal, el resultado siguiente más
probable se acercaría a la media. No sólo los instructores y educadores,
también los inversores en bolsa pueden aprender de este concepto estadístico: la
regresión a la media nos sugiere que, en una serie temporal financiera, a los
periodos de rentabilidades muy bajas les suelen seguir etapas con rentabilidades
más altas que compensen las pérdidas.
Desgraciadamente,
los principios de aleatoriedad y regresión a la media rara vez proporcionan explicaciones
satisfactorias para nuestro cerebro; porque, para bien y para mal, nuestro privilegiado
órgano presenta un fuerte sesgo hacia las explicaciones causales. ¿Comprende ya
el sabio lector por qué muchos periodistas deportivos, ignorantes de la
estadística, atribuyen explicaciones causales a acontecimientos aleatorios?