sábado, 19 de mayo de 2012

Helechos comestibles, helechos venenosos

   Hace años recorrí el noroeste español acompañando a una bióloga; la labor era apasionante: identificar todos los helechos que existían en la región. Así conocí al helecho común, al helecho macho, al helecho real, al polipodio, al culantrillo y a muchos otros. Los observé en sus hábitats, habitualmente lugares frescos, húmedos y umbríos, tanto en llanos como en montañas; y observé que todos ellos son plantas perennes, ya que, cada año, salen hojas –los frondes- de los rizomas. Les tengo un afecto especial que se acrecentó cuando supe que casi todo el carbón que usamos se debe al enterramiento y descomposición de los enormes bosques de helechos que vivieron hace trescientos millones de años.

   Por todo ello se comprenderá mi disgusto cuando me percaté de la peligrosidad del helecho común (el Pteridium aquilinum), un ejemplo de la respuesta vegetal al uso inadecuado del suelo. De una planta recesiva en su ambiente natural, se ha transformado en la peor maleza en los cultivos del mundo, no sólo por su amplia distribución, sino también por la dificultad de su erradicación; tres características suyas explican esta calificación: los animales no lo comen debido a que contiene sustancias cancerígenas, su alta cobertura impide el crecimiento de otros vegetales y su rizoma presenta gran resistencia al fuego.

   Su estrecha relación con la actividad humana comienza en el neolítico, cuando cambió la vegetación debido al empleo del fuego para clarear los bosques. En el siglo XVIII, el helecho común se encuentra en casi toda Europa y se usa en tecnología (tintes y fibras), medicina (vermífugo) y alimentación (verdura, harina); valga como ejemplo una anotación de Humboldt, en el año 1799: "la raíz de Pteris aquilina sirve de alimento a los habitantes de La Palma y La Gomera [Canarias]; la rayan hasta convertirla en polvo y la mezclan con un poco de harina de cebada". En el pasado se hizo pan con la harina del rizoma del helecho común y en algunas culturas -Corea o Japón- aún se usan los frondes como alimento. Lamentablemente se ha demostrado que contiene sustancias carcinógenas y probablemente es el causante de la alta incidencia del cáncer de estómago en esas regiones; no sólo nos afecta a nosotros, también produce cáncer en el ganado que lo come o que bebe agua que contiene sus esporas; por si fuera poco, los compuestos cancerígenos pasan inalterados a la leche. Como todo lo que puede empeorar empeora, añadiré que los frondes contienen sustancias que destruyen la vitamina B1.

6 comentarios:

Rosi H. dijo...

No sé quienes son más peligrosos para los ecosistemas naturales, el primer puesto está muy disputado.
- Las agroquímicas y sus productos para vagos e ignorantes.
- Los agicultores por tachar de malas hierbas a todo aquello que no es lo que a ellos se les antoja cultivar. Envenenan con agroquímicos toda su tierra y ya de paso los acuíferos. Seleccionan las semillas por el tamaño y vistosidad de los frutos, en vez de por su sabor o su valor nutritivo. Los tomates de hoy en día, aparte de no saber a tomate, tienen 25 veces menos hierro que los cultivados antes de la década de 1960. Los cereales llevan tanto tiempo cultivándose y seleccionandose, aunque sea de forma natural, que genéticamente ya no tienen nada que ver con los primitivos, cada día causan más intolerancias alimentarias. Los transgénicos ya son para nota.
- Los jardineros, venga a seleccionar y cruzar variedades hasta obtener algo sorprendente, de un tamaño o color rarísimo. La mayoría de los viveros donde se pueden comprar semillas y plantas no pueden garantizar que tengan las cualidades nutritivas, aromáticas o medicinales que se le presuponen a la variedad del género que deseas comprar, para un uso específico. Lo único que se analiza de vez en cuando son las variedades de marihuana, y solo para ve cual pega más fuerte.
- Los agrónomos, y especialmente los ingenieros de montes. Han reforestado no se sabe con qué criterios, salvo el matar de habre a la población, porque dónde podían sembrar pino piñonero ponían pino común, en vez de encina de bellota dulce ponían cualquier quercus de bellota amarga... y así sucesivamente. Suelo desnudo y desprotejido frente a la erosión en vez de con plantas a todos los niveles y que protejan el suelo.
- Recientemente he añadido a los biólogos, todos con sus ansias de encontrar una especie nueva y que lleve su nombre, eso sí, sin irse a sudar la gota gorda al Amazonas. Ya hay especies que tienen más nombres científicos que nombres comunes. Eso cuando no les da por inventar una forma nueva de catalogar las plantas, renombran orden, familia, subfamilia y lo que se les pase por las narices. Ya sabes el dicho, si no puedes ayudar, por lo menos estorba y haz como que trabajas. Desde Linus Pauling para acá ha habido unos pocos que solo han sabido generar confusión.

De lo que dices de los helechos, pues tu amiga te enseñó a confundir al personal como solo un biólogo sabe hacer.
Solo he encontrado un helecho comestible, el Helecho pluma de avestuz "Matteuccia struthiopteris", lo que se comen son los brotes tiernos de los frondes infértiles, comunmente los llaman cola de mono o volutas de violín.
Los frondes maduros no son comestibles en ninguna especie, ni para humanos ni para el ganado. A una cabra la das a elegir entre una hoja de helecho y una hoja de periódico y se come el periódico.
En cuanto a las raíces, no son más comestibles que la harina de almortas, es decir, que solo se comen cuando hay mucha hambre y ya te comiste a la cabra que te ayudaba a seleccionar. Las raíces de algunas especies tienen propiedades terapéuticas y medicinales, pero las dosis empleadas en fitoterapia no suelen ser mayores de 3 cucharadistas o 1 cucharada sopera al día, y durante un máximo de 15 días. Lo más fecuente es cambiar de plantas semanalmente. Si cosechan raíces de helecho, incluso de los más terapéuticos y menos tóxicos y se sirven un plato generoso, como si fueran espaguetis, se lo comen entero y rebañan el plato... están tan mal del paladar como de la cabeza, es como el que monta en moto y se pone el casco en el codo, en esos casos el cáncer ya es lo de menos, seguro que se mueren antes de otras 1000 formas.

C. Armesto dijo...

Estimada amiga

En lo que atañe a la primera parte de tu extenso comentario, tu preocupación por los ecosistemas, me disculparás que te conteste de una manera técnica. Leí con sumo placer cinco artículos publicados en las más prestigiosas revistas de ciencia del mundo (Science, Nature), a saber:

Gerardo Ceballos, Paul R. Ehrlich, Anthony D. Barnosk, Andrés García, Robert M. Pringle and Todd M. Palmer (2015): “Accelerated modern human–induced species losses: Entering the sixth mass extinction”. Science Advances (19 Jun), Vol. 1, no. 5, e1400253.
Anthony D. Barnosky et al. (2011): “Has the Earth’s sixth mass extinction already arrived?” Nature 471, 51–57 (3 March).
Rodolfo Dirzo et al. (2014): “Defaunation in the Anthropocene”. Science (25 Jul): Vol. 345, Issue 6195, pp. 401-406.
William J. Ripple et al. (2016): “Saving the World's Megafauna”, Bioscience 66 (10): 807-812.
J. L. Payne et al. (2016): "Ecological selectivity of the emerging mass extinction in the oceans”. Science10.1126/science.aaf2416.

En cualquiera de ellos puedes comprobar que muchos biólogos en particular y científicos en general no sólo se preocupan por los ecosistemas, sino que tratan de estudiarlos para conocerlos mejor e identificar sus amenazas, primer estadio para conservarlos y preservarlos de la extinción.

En lo que concierne a la segunda parte de tu comentario, referente a los helechos: busca una guía gastronómica de Corea (bibimbap) o de Japón (warabimochi): allí verás cómo los habitantes de esas lejanas regiones degustan los helechos. Estimada amiga es muy fácil, para las personas de nuestra cultura, ignorar o desdeñar las actividades alimentarias de otra: es un error hacerlo. Por cierto, en otras culturas además de helechos o líquenes, comen perros, serpientes, arañas, saltamontes, escarabajos, gusanos y otros animales que, aunque a mí no me gusten, me parece perfectamente natural que ellos los coman.

Saludos cordiales
Epi

Anónimo dijo...

Iba a empezar mi comentario con un "con todos mis respetos", pero no puedo ser tan hipócrita. Si te parece natural que alguien se coma un perro, igual deberías hacértelo ver...
Y, por otra parte creo que mezclar costumbres culinarias "culturales" con asuntos que se refieren a la toxicidad de los alimentos es mezclar churras con merinas.
Simplemente mi opinión.

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Casi todos los alimentos tienen sustancias tóxicas: los cereales, el gluten; los lácteos, la lactosa; los pescados, aminas biógenas; otros vegetales, fitatos, oxalatos y lectinas; por ello parece normal mencionar tóxicos al tratar cualquier aspecto relacionado con la alimentación.

En lo que se refiere a las costumbres culinarias: a lo largo de los doscientos mil años que llevamos existiendo en el planeta, los humanos hemos comido de todo, animal o vegetal: somos una especie omnívora; por comer, hasta nos hemos comido a nosotros mismos (es muy probable que nuestros antepasados hayan sido caníbales). Como es lógico, excepto ésa (la juzgo muy negativamente), no juzgo las costumbres culinarias de otras culturas… aunque me disgusten. Y creo que así respeto la maravillosa diversidad cultural de los humanos.

Comprendo que a un monje budista vegetariano le pueda disgustar verme disfrutar degustando una chuleta de vaca, y su desagrado puede ser tan grande como el mío si veo a un coreano comer una chuleta de perro. Sin embargo, tanto al coreano como a mí nos perece algo perfectamente natural. El mundo es muy diverso.

Saludos cordiales de Epi

C. Armesto dijo...

Estimada amiga

¿Por qué afirmé tan rotundamente que es peligrosa la comida de helechos?
Los helechos Pteridium aquilinum (y otras especies de Pteridium y Pteris) contienen ptaquilósido, molécula responsable de los cánceres de estómago y esófago en los humanos. La carcinogenicidad del ptaquilósido fue probada en 1984. Ésta es la razón.

Saludos

GengisCad dijo...

Totalmente de acuerdo! Muy bueno tu comentario sin desprecios ni insultos.