Hace
doscientos cincuenta y un millones de años una catástrofe inimaginable se
abatió sobre la Tierra: extinguió la vida como no lo había hecho ningún
fenómeno anterior ni lo volvería hacer ninguno posterior, alcanzó tal magnitud
que la extinción de los dinosaurios apenas fue un pálido reflejo de que lo que
sucedió entonces. Nueve de cada diez especies marinas y una de cada dos
especies terrestres desaparecieron a finales del pérmico, en la que fue la
mayor extinción de seres vivos que conoció nuestro planeta. Ya creemos conocer
la causa.
Un
aumento de la actividad volcánica del planeta provocó la liberación a la
atmósfera de cantidades ingentes de dióxido de carbono y metano; los dos gases
desencadenaron una serie imparable de procesos que desearíamos no volvieran a
suceder mientras la especie humana viva en la Tierra. La proliferación de ambos
gases caldeó el clima por efecto invernadero; y, en consecuencia, el océano
caliente absorbió menos oxígeno. Hacemos un inciso para aclarar que en el seno
de los océanos hay una frontera –que actualmente está cerca del fondo- por
encima de la cual está disuelto el oxígeno y por debajo el sulfuro de
hidrógeno, un gas –usado por las bacterias del azufre- venenoso para los demás
seres vivos. Continuamos: al disminuir la cantidad de oxígeno oceánico aumentó
la cantidad de sulfuro de hidrógeno; tanto fue así que la frontera de
separación entre ambos gases ascendió hasta que el sulfuro de hidrógeno alcanzó
la superficie del océano. La consecuencia resultó dramática: las bacterias del
azufre prosperaron y los seres vivos marinos, que respiran el oxígeno,
murieron. Por si fuera poco, el sulfuro de hidrógeno se difundió al aire y mató
a los animales y plantas terrestres; aún no acabaron los males: continuó su
labor asoladora el sulfuro de hidrógeno cuando subió a las capas altas de la
atmósfera donde destruyó la capa de ozono; sin ella, los rayos ultravioleta
completaron la eliminación de la vida restante.
Amigo lector, si el panorama te
parece terrorífico, reflexiona sobre estos datos: la concentración del dióxido
de carbono cuando sucedió la extinción alcanzaba los tres mil ppm, la actual es
trescientos ochenta, y aumenta entre dos y tres ppm cada año. No me alivia
saber que, si sucede ese fenómeno dentro de unos siglos, no estaré allí para
padecerlo. El escritor se siente, en cierta manera, responsable del destino de
la humanidad. ¿Y tú?
3 comentarios:
Estimado amigo
Si bien la extinción es un hecho evidente, sus causas están sujetas a discusión.
He elegido una de las hipótesis que explican la gran mortandad, pero existen otras, tales como el impacto de un meteorito, un volcanismo intensificado o la liberación de hidratos de metano oceánicos, incluso una combinación de ellas con la hipótesis que he comentado.
Saludos cordiales
Epi
Estimado amigo
El envenenamiento por sulfuro de hidrógeno no sólo pudo haber asolado la vida hace doscientos cincuenta y un millones de años, se pudo repetir el fenómeno de extinción masiva cincuenta millones de años después. Hay pruebas de ambos fenómenos; no contundentes, pero pruebas a fin de cuentas.
Con una cantidad de mil ppm de dióxido de carbono en la atmósfera creemos que se inicia la anoxia oceánica (sucedió a finales del triásico); en el año 2015 alcanzamos cuatrocientos ppm (estamos en la zona de seguridad). Pero si hacemos cuentas: con un crecimiento de tres ppm anuales disponemos de dos siglos hasta el desastre, con un crecimiento de dos ppm anuales, todavía nos quedan tres siglos.
Saludos cordiales de Epi
Estimado amigo
Nada tiene que ver la concentración de dióxido de carbono en un local cerrado con la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera de la Tierra.
En un local cerrado la mayor parte de la gente tolera sin muchas molestias una concentración de hasta mil ppm.
Epi
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