sábado, 21 de marzo de 2009

La vida, los gases disueltos y el apocalipsis


Hace doscientos cincuenta y un millones de años una catástrofe inimaginable se abatió sobre la Tierra: extinguió la vida como no lo había hecho ningún fenómeno anterior ni lo volvería hacer ninguno posterior, alcanzó tal magnitud que la extinción de los dinosaurios apenas fue un pálido reflejo de que lo que sucedió entonces. Nueve de cada diez especies marinas y una de cada dos especies terrestres desaparecieron a finales del pérmico, en la que fue la mayor extinción de seres vivos que conoció nuestro planeta. Ya creemos conocer la causa.

Un aumento de la actividad volcánica del planeta provocó la liberación a la atmósfera de cantidades ingentes de dióxido de carbono y metano; los dos gases desencadenaron una serie imparable de procesos que desearíamos no volvieran a suceder mientras la especie humana viva en la Tierra. La proliferación de ambos gases caldeó el clima por efecto invernadero; y, en consecuencia, el océano caliente absorbió menos oxígeno. Hacemos un inciso para aclarar que en el seno de los océanos hay una frontera –que actualmente está cerca del fondo- por encima de la cual está disuelto el oxígeno y por debajo el sulfuro de hidrógeno, un gas –usado por las bacterias del azufre- venenoso para los demás seres vivos. Continuamos: al disminuir la cantidad de oxígeno oceánico aumentó la cantidad de sulfuro de hidrógeno; tanto fue así que la frontera de separación entre ambos gases ascendió hasta que el sulfuro de hidrógeno alcanzó la superficie del océano. La consecuencia resultó dramática: las bacterias del azufre prosperaron y los seres vivos marinos, que respiran el oxígeno, murieron. Por si fuera poco, el sulfuro de hidrógeno se difundió al aire y mató a los animales y plantas terrestres; aún no acabaron los males: continuó su labor asoladora el sulfuro de hidrógeno cuando subió a las capas altas de la atmósfera donde destruyó la capa de ozono; sin ella, los rayos ultravioleta completaron la eliminación de la vida restante.

Amigo lector, si el panorama te parece terrorífico, reflexiona sobre estos datos: la concentración del dióxido de carbono cuando sucedió la extinción alcanzaba los tres mil ppm, la actual es trescientos ochenta, y aumenta entre dos y tres ppm cada año. No me alivia saber que, si sucede ese fenómeno dentro de unos siglos, no estaré allí para padecerlo. El escritor se siente, en cierta manera, responsable del destino de la humanidad. ¿Y tú?

3 comentarios:

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Si bien la extinción es un hecho evidente, sus causas están sujetas a discusión.

He elegido una de las hipótesis que explican la gran mortandad, pero existen otras, tales como el impacto de un meteorito, un volcanismo intensificado o la liberación de hidratos de metano oceánicos, incluso una combinación de ellas con la hipótesis que he comentado.

Saludos cordiales
Epi

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

El envenenamiento por sulfuro de hidrógeno no sólo pudo haber asolado la vida hace doscientos cincuenta y un millones de años, se pudo repetir el fenómeno de extinción masiva cincuenta millones de años después. Hay pruebas de ambos fenómenos; no contundentes, pero pruebas a fin de cuentas.

Con una cantidad de mil ppm de dióxido de carbono en la atmósfera creemos que se inicia la anoxia oceánica (sucedió a finales del triásico); en el año 2015 alcanzamos cuatrocientos ppm (estamos en la zona de seguridad). Pero si hacemos cuentas: con un crecimiento de tres ppm anuales disponemos de dos siglos hasta el desastre, con un crecimiento de dos ppm anuales, todavía nos quedan tres siglos.

Saludos cordiales de Epi

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Nada tiene que ver la concentración de dióxido de carbono en un local cerrado con la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera de la Tierra.

En un local cerrado la mayor parte de la gente tolera sin muchas molestias una concentración de hasta mil ppm.

Epi