Durante el verano muchos ciudadanos se
acercan a las playas, a refrescarse. Unos juegan en el agua, otros nadan, los
menos practican el buceo, éstos son quienes deben tomar más precauciones
porque, cuando se desciende hacia las profundidades, aumenta la presión, y este
fenómeno, para quien no conozca sus efectos, puede ser mortal.
El aire se expande en la misma
proporción que se reduce su presión; esta secuela, cuando la presión disminuye,
puede ocasionar lesiones, tanto al buceador novato que asciende rápidamente,
como al marinero que pretende escapar de un submarino o al aviador cuya cabina
se descomprime. Quien se encuentre en esas circunstancias corre el riesgo de
que la dilatación brusca del aire le rompa los pulmones y ponga en peligro su
vida; aunque es más frecuente que se queje de una rotura del tímpano. Diremos al
amante del morbo que, si un avión se descomprime bruscamente -a veintiún mil
metros-, hervirá el agua del cuerpo de la víctima… antes de que el infeliz
muera al cabo de tres minutos.
El efecto de la presión resulta
increíble a los neófitos. Un capitán de la Armada -experto submarinista- contó
al escritor que, después de haberse vaciado totalmente los pulmones, había
ascendido a pulmón libre desde una profundidad de cuarenta metros; al llegar a
la superficie -detallaba-, todavía tenía los pulmones llenos. ¿Exageraba el militar?
Al ascender desde esa profundidad, el volumen del aire pulmonar se multiplicó
por cinco (en la misma proporción se redujo la presión); deducimos entonces que
un litro y un quinto –el aire pulmonar que queda después de espirar al máximo-
se convirtió en seis litros, la capacidad pulmonar normal: no mentía el
veterano marino.
Quien se hunda en el océano también debe
saber que la cantidad de nitrógeno -el componte principal del aire- que se
disuelve en la sangre es directamente proporcional al aumento de la presión. No
se presentan dificultades si el descenso es poco profundo… mientras no se
intente ascender. Si la subida se hace lentamente, el nitrógeno disuelto en la
sangre pasará al gas espirado sin efecto nocivo, pero si se asciende con
rapidez, el nitrógeno disuelto se convierte en gas: se forman burbujas, y éstas
provocan dolores intensos, trombosis, embolias y muerte. Tenga presente, el
lector aventurero, que no hay diferencia entre el ascenso de un buzo desde
veinte metros y un aviador que sube ocho kilómetros y medio: en ambos casos un
ascenso rápido desencadena la peligrosa enfermedad por descompresión.
1 comentario:
Estimado amigo
1º Hay muchas unidades con las que medir la presión: la recomendada por los científicos y que logró un consenso internacional es el pascal; por ello el meteorólogo que habla de milibares debería decir hectopascales que es la unidad equivalente.
2º La presión que ejerce la atmósfera al nivel del mar es, aproximadamente, cien mil pascales; la presión del aire encerrado en un neumático de automóvil supera un poco los doscientos mil pascales.
Saludos de Epi
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