En
el año 2000, como todos los años, se concedió en la Universidad de Harvard el
IgNobel, un premio burlón que reconoce los estudios científicos más absurdos, insólitos
y sin sentido. ¿Qué peregrina idea habían valorado los jueces ese año?
Conseguir que una rana viva levitara por efecto de las fuerzas magnéticas. ¡Nada
menos! Antes de esbozar una sonrisa despectiva continúe leyendo el apresurado lector.
El científico galardonado en aquella lejana ocasión era Andre Geim, el mismo flamante
ganador del Nobel de Física en el 2010. ¿Será posible? ¿En qué había invertido
su tiempo, esta vez, nuestro hombre? Cambió ranas por grafito, el componente de
las minas de los lápices, y, acompañado de Konstantin Novoselov, continuó con
sus aparentemente absurdos experimentos; sólo que estos juegos les condujeron a
aislar el grafeno una sustancia que podría revolucionar los dispositivos
electrónicos y usarse en biotecnología o en paneles solares, y que, según sus
más cuerdos colegas, no debía existir.
Imagine,
el lector interesado, una hoja plana de un material que tiene un sólo átomo de
espesor, súper resistente, altamente conductora, prácticamente transparente y
capaz de revelar nuevos secretos de la física cuántica. Ese es el grafeno, el componente
estructural del grafito, de los nanotubos de carbono (unos tubos microscópicos)
y de los fullerenos (unas moléculas con forma de bola); en realidad, el grafito
consta de una pila de un gran número de láminas de grafeno superpuestas.
Ahora
que ya sabemos algo de la utilidad del grafeno y de la personalidad de sus
descubridores, nos podemos preguntar por las características de la sustancia.
Se puede considerar que es una molécula de carbono plana extremadamente extensa,
el caso límite de los hidrocarburos aromáticos policíclicos, unos compuestos que
se forman durante la combustión incompleta del carbón, petróleo, gasolina,
basura, tabaco o, incluso, de la carne preparada en la parrilla. Sustancias
candidatas a moléculas que intervinieron en el origen de la vida, los
hidrocarburos aromáticos policíclicos, también son peligrosos cancerígenos; así
de ambiguos se muestran los compuestos químicos, salvadores de vidas unas
veces, ahí están los antibióticos para demostrarlo, y terribles asesinos otras,
ahí están los venenos para convencernos. Como es lógico, esperamos que los
beneficios del grafeno superen a sus perjuicios; pero un prudente escepticismo
ante cualquier nuevo compuesto químico creemos que siempre es necesario.
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