sábado, 6 de noviembre de 2010

¿Orugas vegetales?


Para obtener remedios a sus enfermedades, durante cientos de años los chinos han recurrido a los curanderos, quienes, aunque muchas veces usaban sustancias que no  afectaban a la salud, a veces acertaban, y sus preparados tenían valor terapéutico. Las orugas vegetales, uno de los ingredientes empleado con más abundancia en las recetas, han demostrado su inequívoca eficacia. Para evitar las suspicacias del escéptico lector que, comprensiblemente, considerará imposible que una oruga pueda considerarse vegetal, comienzo con una aseveración: los científicos ya han demostrado que las orugas vegetales no son gusanos, como creían antiguamente los chinos, sino hongos –Cordyceps sinensis- que se desarrollan en las orugas de unas polillas. La disculpable equivocación se debe a que las esporas de los hongos crecen en el interior de la oruga, e invaden su cuerpo reemplazando los tejidos del animal por los suyos; a continuación, brotan del cadáver y producen nuevas esporas que esparce el viento; después de esta macabra descripción nadie dudará, como es lógico, del óbito del diminuto animal.

Parásitos de insectos a los que matan, estos hongos, que abundan en China, puedan usarse para el control biológico de las plagas. No paran ahí las bondades de este género de hongos, también constituyen una buena fuente de medicamentos: la ciclosporina, un inmunosupresor que se usa profusamente en el trasplante de órganos, puede extraerse de unos parientes próximos (concretamente, de los Cordyceps subsessilis), y la cordicepina, de otros (de los Cordyceps sinensis). El primer estudio sobre este segundo fármaco no resultó alentador, porque si bien mostró que combate algunos tipos de cáncer, también verificó que se degradaba rápidamente en el organismo. Se abandonó la investigación a mitad del siglo XX, y no se retomó hasta el 2009, año en que un equipo de científicos, dirigido por Cornelia de Moor, observó los efectos de la cordicepina en las células: una dosis baja inhibe el crecimiento descontrolado y la división de las células cancerosas; y una dosis alta impide que las células se adhieran, lo que también evita su desarrollo. Los investigadores han descifrado que ambos efectos se deben, probablemente, a que la cordicepina interfiere con la producción celular de proteínas. Concluido su trabajo, los ilusionados biólogos han declarado que su investigación ayudará a mejorar la eficacia del fármaco para el tratamiento del cáncer. Lo deseamos.

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