Para
obtener remedios a sus enfermedades, durante cientos de años los chinos han
recurrido a los curanderos, quienes, aunque muchas veces usaban sustancias que
no afectaban a la salud, a veces
acertaban, y sus preparados tenían valor terapéutico. Las orugas vegetales, uno
de los ingredientes empleado con más abundancia en las recetas, han demostrado
su inequívoca eficacia. Para evitar las suspicacias del escéptico lector que,
comprensiblemente, considerará imposible que una oruga pueda considerarse
vegetal, comienzo con una aseveración: los científicos ya han demostrado que las
orugas vegetales no son gusanos, como creían antiguamente los chinos, sino hongos
–Cordyceps sinensis- que se desarrollan en las orugas de unas polillas. La disculpable
equivocación se debe a que las esporas de los hongos crecen en el interior de
la oruga, e invaden su cuerpo reemplazando los tejidos del animal por los
suyos; a continuación, brotan del cadáver y producen nuevas esporas que esparce
el viento; después de esta macabra descripción nadie dudará, como es lógico,
del óbito del diminuto animal.
Parásitos
de insectos a los que matan, estos hongos, que abundan en China, puedan usarse para
el control biológico de las plagas. No paran ahí las bondades de este género de
hongos, también constituyen una buena fuente de medicamentos: la ciclosporina,
un inmunosupresor que se usa profusamente en el trasplante de órganos, puede
extraerse de unos parientes próximos (concretamente, de los Cordyceps
subsessilis), y la cordicepina, de otros (de los Cordyceps sinensis). El primer
estudio sobre este segundo fármaco no resultó alentador, porque si bien mostró que
combate algunos tipos de cáncer, también verificó que se degradaba rápidamente
en el organismo. Se abandonó la investigación a mitad del siglo XX, y no se
retomó hasta el 2009, año en que un equipo de científicos, dirigido por Cornelia
de Moor, observó los efectos de la cordicepina en las células: una dosis baja
inhibe el crecimiento descontrolado y la división de las células cancerosas; y una
dosis alta impide que las células se adhieran, lo que también evita su
desarrollo. Los investigadores han descifrado que ambos efectos se deben, probablemente,
a que la cordicepina interfiere con la producción celular de proteínas. Concluido
su trabajo, los ilusionados biólogos han declarado que su investigación ayudará
a mejorar la eficacia del fármaco para el tratamiento del cáncer. Lo deseamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario