sábado, 26 de abril de 2014

¿Destruyó un maremoto la Atlántida?

En la penumbra lechosa y húmeda, sentía miedo porque su visión era espantosa, su presencia, dañina, su contacto, mortal. Bahía Lituya (Alaska), año 1958: un seísmo derrumbó una montaña generando una pared de agua de quinientos ochenta metros, la mayor ola registrada. En 1755, un terremoto, cuyo epicentro estaba a ochocientos kilómetros del extremo sur de Portugal, generó olas de entre seis y veinte metros: destruyeron Lisboa (setenta mil muertos) y dañaron gravemente la costa suroeste española (más de dos mil víctimas).

Sí, un maremoto es básicamente un grupo de olas de gran tamaño -de seis a veinte metros-, que se propagan a setecientos kilómetros por hora, y están separadas por intervalos de entre quince y sesenta minutos. Casi siempre (nueve de cada diez veces) son producidos por un terremoto… casi siempre. Retrocedamos en el tiempo algo más de tres milenios y medio y ubiquémonos en el mar Egeo: la isla de Thera (por otro nombre Santorín) así como Creta (a ciento diez kilómetros de ella) e islas adyacentes forma parte de la rica y poderosa civilización minoica. Los minoicos no sabían (nosotros sí) que Thera, como las islas Canarias, es una isla volcánica cuyo volcán está dormido… hasta que deja de estarlo. En el año 1628 antes de la era cristiana (la fecha tiene un margen de error), se produjo una de las mayores erupciones volcánicas de los últimos milenios; al llegar al clímax una gigantesca explosión volatilizó la mayor parte de la isla y dejó en su lugar una laguna de doce por siete kilómetros. La enorme erupción generó un maremoto cuyas olas, de entre treinta y cinco y ciento cincuenta metros de altura, asolaron las costas del Mediterráneo Oriental. El polvo emitido por el volcán –expulsó sesenta kilómetros cúbicos de material- oscureció la atmósfera durante nueve días en Egipto y medio día en China, y enfrió el clima global.

Los arqueólogos aseguran que en esta misma época desapareció la civilización minoica. Hasta aquí los datos. Ahora, una hipótesis: el maremoto destruyó los principales puertos comerciales minoicos y gran parte de la flota; el agua de mar y la nube de cenizas malograron los cultivos; la hambruna fue aprovechada por los enemigos de los cretenses para invadirles. Acabo con una pregunta: ¿la erupción del Thera originó el mito de la Atlántida –Platón vivió mil doscientos años más tarde- y el relato bíblico de las Plagas de Egipto? Se non è vero, è ben trovato.

sábado, 19 de abril de 2014

Dentífricos


La lectura de Yo, el rey, un libro escrito por Juan Antonio Vallejo-Nágera, me ha proporcionado un inesperado motivo de reflexión: la emperatriz Josefina, esposa de Napoleón, se angustiaba y sufría enormemente debido a sus escasos y podridos dientes. Sí, el dolor, la fealdad y el apestoso olor de la boca tanto del pueblo llano como de ilustres personajes fueron habituales en la antigüedad. No sucede lo mismo con nuestros contemporáneos. ¿A qué se debe nuestra buena salud dental? A la terapéutica odontológica y a la higiene, sin duda. Ahora bien ¿son igualmente útiles los dentífricos?

Antes de la argumentación debo aclarar que la principal causa de caries es la placa dental (que puede convertirse en sarro), una acumulación de microbios incluida en una matriz orgánica, que se deposita sobre los dientes o las encías. Fijémonos ahora en la composición de un dentífrico cualquiera. La mayor parte -entre la mitad y la tercera parte- es agua: comprensible porque el fabricante la vende al precio de la pasta. Le sigue en abundancia un abrasivo (carbonato cálcico, sílice o bicarbonato sódico) que, si bien ayuda a deshacer la placa, también desgasta el esmalte dental. Para impedir que la pasta se seque se le añade un humectante como el sorbitol o glicerol; y ya se ha completado el noventa y cinco por ciento, aproximadamente, del dentífrico. Añadámosle un espesante, como la goma de celulosa, la goma de tragacanto o la carragenina para evitar que el abrasivo sedimente; y un imprescindible detergente (el lauril sulfato de sodio, el más usado), que desnaturaliza las proteínas y posee acción anti-placa: el gusto amargo del mejunje se enmascara con un edulcorante, uno de fuerte sabor a menta, por ejemplo. Aún no he acabado. Un antiséptico (clorhexidina o triclosán) resulta indispensable. ¿Qué presenta adversos efectos secundarios? Ignorémoslos. Se completa la operación de camuflaje con colorantes (la vista también cuenta), conservantes del tubo (tal vez el carcinógeno formaldehido o el benzoato sódico cuya salubridad no está plenamente comprobada), blanqueadores, flúor (neurotóxico para los infantes), y alguna otra sustancia más que el avisado fabricante se habrá encargado de anunciar.

En resumen, estoy convencido de que la limpieza de la dentadura beneficia la salud, sin embargo, no encuentro pruebas convincentes de que el dentífrico presente más ventajas que un cuidadoso cepillado con el agua del grifo. Escéptico lector infórmese y desconfíe… tanto de los fabricantes de productos que explotan su ignorancia y credulidad, como de los comentarios escritos en un blog por un inexperto en odontología.

sábado, 12 de abril de 2014

Inflación cósmica


La imagen habitual del big-bang, en un principio había un huevo cósmico que lo contenía todo y explotó, es sugerente; pero errónea. Si bien es cierto que nuestro universo se está expandiendo, y eso indica que antes estaba más comprimido y caliente; no podemos argüir que toda la materia y radiación estaba contenida en un punto -el huevo cósmico-, porque tal afirmación no tiene sentido, los puntos no existen en la realidad. Una nueva hipótesis ideada por Alan Guth y Andrei Linde, la inflación, complementa la teoría clásica del big-bang: el universo surgió del vacío y se infló exageradamente hasta que  alcanzó el tamaño de una naranja cuando su edad se contaba en decenas de sextillonésimas de segundo. Nuestra imagen del origen cósmico ha cambiado: al principio fue el vacío; pero un vacío con características sorprendentes pues se expande casi instantáneamente de una forma exagerada (exponencial) para, a continuación, frenarse; debido a que en el proceso de frenado se libera mucha energía, ésta se transforma en materia y radiación. Se mantienen las ideas de la teoría clásica del big-bang, que sólo queda modificada por la introducción de una expansión desenfrenada que los expertos llaman inflación. Sí, podemos considerar al universo como una burbuja que apareció espontáneamente en el vacío, se hinchó, a continuación se hinchó de forma exponencial, dejó de hincharse de esta inusual forma -por ello se llenó de materia y radiación-, y prosiguió hinchándose hasta hoy. Deducimos que se producen fluctuaciones durante la conversión de la energía sobrante de la expansión en materia, dicho con otras palabras, colegimos que en unas zonas hay más creación de materia que en otras; tales fluctuaciones hacen que el propio espacio-tiempo oscile, oscilaciones que se propagan a todo el universo como ondas gravitatorias; que calificamos de primigenias, porque se originaron al principio del universo.

¿Tenemos pruebas de todo esto? Las ondas gravitatorias primordiales no han sido encontradas, pero en el año 2014 los astrónomos que trabajan en el telescopio BICEP2 de la Antártida pretenden haber hallado indicios indirectos. La teoría inflacionaria considera que las microondas del fondo cósmico, aunque homogéneas, deben presentar ciertas heterogeneidades causadas por las ondas gravitatorias primigenias; heterogeneidades (técnicamente llamadas polarización modo B) que los científicos dicen haber detectado. Y que, si se confirman, supondrán –auguro- un premio Nobel para Alan Guth y Andrei Linde, creadores de la teoría.

sábado, 5 de abril de 2014

Marihuana y endocannabinoides


En cada vegetal un misterio, en cada animal un hechizo, en cada corazón un grito de súplica, una pena de amor, un brote de esperanza en el manto de la noche: y el diablo anda suelto en cualquier esquina.

Sí, la vida se muestra siempre terriblemente ambigua. Para algunos, la marihuana (o hachís) evoca embriagados absortos, para otros es sinónimo de placentera serenidad; a los enfermos de cáncer les ayuda a soportar las náuseas que provoca la quimioterapia, a los sufridos dolientes les alivia el dolor crónico. La historia del cáñamo, la planta de la que se extrae la marihuana, es milenaria, sin embargo, cada cultura lo ha usado con fines distintos: los antiguos chinos, igual que griegos y romanos, lo utilizaron para fabricar cuerdas y tejidos; en la India se incorporó a los rituales religiosos, en Egipto se consumía por sus propiedades embriagadoras, de ahí pasó a Europa y América. En la actualidad millones de contemporáneos la fuman o ingieren debido a sus efectos embriagadores, a menudo comparados con la euforia que produce el alcohol. Por un lado, el hábito de fumar el hachís conlleva peligros para la salud similares a los del tabaquismo, por otro, los efectos medicinales son innegables: alivia el dolor y la ansiedad, evita la muerte de neuronas lesionadas, acaba con los vómitos y estimula el apetito. En dosis elevadas la marihuana produce alucinaciones en algunos sujetos, en otros, somnolencia, en todos, merma la memoria de corto plazo, las capacidades cognitivas y disminuye la coordinación motora; sin embargo, parece que los daños son reversibles y que el organismo se recupera una vez eliminada la droga.

En 1964 los químicos encontraron el principio activo del cáñamo, se trata del delta nueve tetrahidrocannabinol, el enrevesado nombre del compuesto químico no impide que cualquiera de nosotros, cualquiera que sea su personalidad, tenga en su cerebro unas sustancias similares: los endocannabinoides. La investigación de esta nueva categoría de mensajeros químicos neuronales ha proporcionado un resultado inesperado: los neuroquímicos han hallado un nuevo sistema de transmisión de señales en el cerebro, la señalización retrógrada; los endocannabinoides operan en sentido inverso a la transmisión del impulso nervioso. Se encuentran en varias regiones cerebrales, y semejante ubicuidad explica la diversidad de sus efectos. El conocimiento de su mecanismo de acción probablemente nos proporcionará mejores tratamientos para el dolor, la ansiedad, las náuseas o el apetito; además, su presencia en zonas asociadas a la cognición nos recuerda que aún nos queda mucho por aprender sobre estos singulares mensajeros.