sábado, 15 de noviembre de 2025

Desgastes biológicos


Los humanos andamos, corremos, saltamos, bailamos y ejecutamos multitud de movimientos gracias a un armazón interno construido con doscientos seis huesos; huesos que se unen entre sí mediante unas estructuras que los expertos llaman articulaciones. ¿Cómo son tales estructuras? Muchas, no todas, las articulaciones constan de una cavidad llena de líquido (sinovial), tapizada por una membrana (sinovial) y por el cartílago articular que recubre los extremos de los huesos que forman la articulación. El líquido sinovial, formado por ácido hialurónico, es el lubricante de la articulación: nada más hay que añadir. La membrana sinovial, construida con tejido conjuntivo, contiene células (sinoviocitos tipo A) que limpian la articulación -literalmente devoran los desechos-, células (sinoviocitos tipo B) que sintetizan el lubricante ácido hialurónico, matriz extracelular -que tiene fibras de colágeno-, vasos sanguíneos y nervios. El cartílago articular se encarga de transmitir y amortiguar las cargas entre los huesos; los condrocitos, que forman el cinco por ciento del cartílago articular, son las células que producen los componentes del cartílago; la matriz extracelular, que abarca el noventa y cinco por ciento restante, está formada por agua (entre el sesenta y cinco y el ochenta por ciento), colágeno (entre el diez y el veinte por ciento) y unas proteínas unidas a polisacáridos denominadas proteoglucanos (entre el diez y el quince por ciento).
La capacidad de regeneración del cartílago articular es escasa si sufre lesiones o desgaste. Los médicos llaman artrosis a la enfermedad identificada por el desgaste del cartílago articular; desgaste al que acompañan alteraciones de la membrana sinovial. Sea artrosis de rodilla, la más frecuente, de manos, de columna vertebral o de cadera, los mecanismos del daño son similares. El cartílago articular se desgasta debido a la pérdida de proteoglucanos (disminuye la capacidad del cartílago para retener agua) y a la desorganización de la red de colágeno, que deterioran la matriz extracelular; contribuye a la destrucción de la matriz extracelular el mal funcionamiento de los condrocitos, quienes, aunque inicialmente intentan reparar el daño, finalmente se ven superados, sufren apoptosis (se suicidan) y producen enzimas destructoras. Como consecuencia del daño, el cartílago articular pierde capacidad para resistir la compresión y la fricción, no protege a los huesos, los huesos rozan entre sí, el paciente siente dolor y se limita su movimiento. Por si fuera poco, el daño al cartílago genera una respuesta inflamatoria, que contribuye al progreso de la enfermedad y al dolor.

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