sábado, 11 de octubre de 2025

Atmósferas planetarias


Cuatro tipos de atmósferas observan los científicos en los planetas del sistema solar. Atmósferas masivas de hidrógeno y helio en los planetas gigantes Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno; atmósferas ligeras y frías en Marte y Titán (luna de Saturno); atmósfera densa y caliente en Venus; y una atmósfera ligera y templada en la Tierra. 
La semejanza entre las atmósferas venusina y marciana -dióxido de carbono (noventa y seis o noventa y cinco por ciento) y nitrógeno (tres por ciento)- nos sugiere que ambas son versiones del mismo proceso. La composición de las atmósferas ha cambiado a lo largo del tiempo; en la Tierra, la vida sintetizó el oxígeno, que acompaña al nitrógeno mayoritario; en los otros astros atribuimos al Sol la modificación de los gases atmosféricos que se generaron durante la desgasificación del planeta, sea porque la radiación del solar destruyó moléculas o sea porque el viento solar las expulsó.
En los cuatro planetas gigantes los vientos zonales, característicos de las distintas latitudes, son similares a los terrestres; también la Gran Mancha Roja de Júpiter se asemeja a nuestros ciclones y anticiclones; sin embargo no disponemos de equivalente terrestre para la Mancha Oscura de Neptuno.
Para que haya un ciclo hidrológico -océanos, nubes y lluvias- se necesitan temperaturas que permitan la existencia del agua en estado líquido y gaseoso: por eso hay ciclo hidrológico terrestre y marciano, aunque éste último sea intermitente. Existe un ciclo meteorológico semejante en Titán, pero no de agua, sino de metano.
El efecto invernadero, que depende de la composición atmosférica, es un factor decisivo del clima. Se calcula la temperatura teórica en la superficie de un planeta midiendo la intensidad de la energía procedente de la radiación solar (Venus, la Tierra y Marte tienen intensidad decreciente) y el albedo, la proporción de energía procedente del Sol que se refleja (Venus dobla a la Tierra y triplica a Marte); a la temperatura teórica obtenida debe sumarse la temperatura del efecto invernadero, para obtener la temperatura real en los tres planetas: cuatrocientos setenta y cinco grados, quince grados y cincuenta grados bajo cero, respectivamente. Cantidades que nos informan del efecto invernadero enorme venusino (quinientos veintiún grados), moderado terrestre (treinta y tres grados) y mínimo marciano (cinco grados).
Un último apunte: sabemos que tanto Venus como Marte experimentaron, en el pasado y repetidas veces, cambios climáticos equiparables a los que provocaron climas glaciales y extremadamente cálidos en la Tierra: nos intriga averiguar sus causas.

sábado, 4 de octubre de 2025

Prostaglandinas e icosanoides


Los icosanoides, una familia de moléculas de señalización, cuya acción tiene corto alcance, pues sólo afectan a las células próximas a las células que los fabrican, son compuestos cuyo esqueleto químico procede de un ácido, el icosanoico, que tiene veinte átomos de carbono. El ácido palmítico es el precursor del ácido linoleico y de los ácidos grasos de la familia omega seis procedentes de él: las prostaglandinas, tromboxanos, leucotrienos y lipoxinas (los cuatro son icosanoides). Del ácido linoleico también procede el ácido linolénico, y de éste los ácidos grasos de la familia omega tres, tanto las prostaglandinas, tromboxanos, leucotrienos y resolvinas (los cuatro son icosanoides), como las resolvinas, protectinas y maresinas (los tres tienen veintidós átomos de carbono). Los humanos somos incapaces de sintetizar los ácidos linoleico y linolénico, por lo que hemos de obtenerlos de la dieta; tal vez por ello, el mundo de la cosmética considera a ambos como vitamina F. Procure el cauto lector vigilar la cantidad de ácidos grasos que tiene, porque si la proporción de ácidos grasos omega seis a omega tres de la dieta resulta excesiva, aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.
La infección por un patógeno o un agente irritante desencadena una respuesta inflamatoria, que consta de dos fases: el inicio y la resolución; los icosanoides (y los compuestos similares de veintidós átomos de carbono) participan en ambas. Los de la familia omega seis (prostaglandinas, tromboxanos y leucotrienos) intervienen en el inicio de la inflamación, digamos que activan la defensa. Una vez controlada la lesión, los de la familia omega tres son los antiinflamatorios encargados de resolver la inflamación, dicho en otras palabras, tanto algunas prostaglandinas, tromboxanos y leucotrienos, como todas las lipoxinas, resolvinas, protectinas y maresinas impulsan la cicatrización y reparación del tejido dañado. Se inicia la síntesis de todos estos compuestos con un ataque enzimático a la membrana celular que desprende un ácido graso; ácido graso que otras enzimas convierten en prostaglandinas, tromboxanos o compuestos similares; las prostaglandinas intervienen en la inflamación de la zona lesionada y la consiguiente vasodilatación, dolor, enrojecimiento e hinchazón del tejido dañado; los tromboxanos inducen la agregación de las plaquetas, que conduce a la coagulación de la sangre.
Para satisfacer la curiosidad del culto lector añadimos que la aspirina (ácido acetilsalicílico), el ibuprofeno y los analgésicos antiinflamatorios parecidos inhiben la síntesis de prostaglandinas y tromboxanos, pero no la síntesis de leucotrienos, en la que intervienen los citocromos P-450.