La historia de los volcanes en nuestro sistema solar comenzó con un acontecimiento singular: en la superficie de todos los planetas rocosos se formaron océanos de magma; posteriormente, el calor residual de la formación planetaria siguió fundiendo materiales en ciertas regiones del interior de algunos. La llegada de magma a la superficie de los planetas y satélites es el proceso de origen interno más común en el sistema solar. Analicémoslo.
Nos preguntamos qué planetas conservan la energía interna procedente de su formación y cuánta tienen. Los geofísicos han medido el flujo térmico para conocerla. Hallaron que Venus y la Tierra tienen un flujo térmico similar, que resulta el doble de Marte, veinticinco veces menor que Júpiter o Saturno, y cinco veces menor que Neptuno; se ignora por qué tanto Mercurio como Urano no emiten energía. Mientras que los tres planetas gigantes mencionados obtienen energía de su colapso gravitatorio, en los tres planetas rocosos los impactos, entre los cuerpos astronómicos que los formaron, han proporcionado su calor interno.
Los basaltos, que forman el setenta por ciento de la superficie terrestre y marciana, y el veinticinco por ciento de la Luna, son las rocas más abundantes en el sistema solar. Habituados a los magmas y lavas terrestres, nos cuesta que imaginar que existan magmas que no provengan de rocas, como los acuosos. El criovulcanismo, o sea, los volcanes de hielo y agua han cubierto de lavas acuosas Europa (luna de Júpiter), Ganímedes (luna de Júpiter) y Encélado (luna de Saturno). En Tritón (luna de Neptuno) los volcanes expulsan nitrógeno -gas que forma la mayoría de nuestra atmósfera- y en Titán (luna de Saturno), metano.
El magnetismo planetario, cualquiera que sea el fenómeno interior del planeta que lo cause, sea el movimiento de fluidos metálicos o del plasma de hidrógeno, no guarda relación con el calor interno; lo prueba el mayor magnetismo de Urano que Neptuno y de la Tierra que Venus. Tampoco influye el tamaño, pues Saturno y Urano presentan el mismo magnetismo. Júpiter y la Tierra, cuyo campo magnético es catorce veces inferior al de Júpiter, apuntan el máximo magnetismo del sistema solar; ignoramos las causas del mínimo magnetismo de Mercurio y Marte.
Sospechábamos que los ocho planetas se comportaban como la Tierra -flujo térmico notable, vulcanismo activo y magnetismo apreciable-. Erramos: en Mercurio no hay volcanes, Urano no emite energía, Marte y Venus carecen de magnetismo. ¡Qué le vamos a hacer!