sábado, 14 de junio de 2025

¿Está vivo un virus?


¿Podemos considerar vivo a un cristal? ¿Y a un cristal que, después de crecer, desprendiera trocitos semejantes a él, que también pudieran crecer? ¿Y si, además, algunos de sus átomos vibraran emitiendo y captando ondas electromagnéticas? Podría seguir añadiendo propiedades, tales como que captase energía química del medio, o que respondiese de alguna manera al intercambio de ondas sonoras con otros cristales. Probablemente, en algún momento, deduciríamos que la estructura cristalina estaba viva; pero la conclusión no es válida, porque el ser al que llamamos cristal, en algún momento de la creciente adquisición de complejidad, habría dejado de ser cristal y se habría convertido en un ser de naturaleza distinta, que a falta de otra palabra llamaríamos vivo. Apliquemos el mismo razonamiento a los virus. Si un virus mostrase las capacidades que tiene un ser vivo, como la capacidad para trasladarse de un lugar a otro, claro que estaría vivo; pero considero que un ser tan poco complejo es incapaz de hacerlo. Porque, para calificar como vivo a un ser debe manifestar comportamientos elaborados tale como obtener energía del medio y transformarla, es decir conservarse; tener un control autónomo que le permita relacionarse con el medio y con sus iguales, es decir, autorregularse; y reproducirse, o sea, construir copias de sí mismo. Colijo que, para hacerlo, necesita alcanzar cierto grado de complejidad. Si un virus, una máquina, un cristal u otro ente, cualquiera que sea su composición, posee las tres capacidades citadas no dudaría en calificarlo de vivo; por la misma razón, un ser que no las tenga, aunque esté formado por biomoléculas, no dudo en calificarlo de inerte.
Propongo un ejemplo para resaltar la importancia que atribuyo a la complejidad. ¿Qué capacidades tiene un virus que no posee un prión (molécula de proteína)? ¿Reproducción? Los priones se reproducen: elaboran copias de sí mismos. ¿Control de células? Los priones no sólo controlan células, sino también organismos. Sin embargo, nadie duda de que los priones no están vivos. ¿Por qué los titubeos con los virus? No dudo de la belleza de sus formas... como tampoco dudo de la belleza de las formas de los cristales. ¿Tal vez la observación del parecido entre algunos componentes víricos y las patas animales nos induce a buscar orden donde no hay más que una manifestación de la selección natural? Selección natural que afecta tanto a los seres vivos como a las moléculas y a los seres intermedios... los virus.

sábado, 7 de junio de 2025

Campo eléctrico terrestre


Los físicos tienen una forma harto curiosa de estudiar lo que los demás mortales llamamos gravedad, electricidad y magnetismo. Se refieren a los campos gravitatorios, a los campos magnéticos y a los campos eléctricos; entendiendo que cada uno de ellos es una región del espacio donde un objeto cualquiera siente la gravedad o un imán siente el magnetismo o un objeto con carga eléctrica siente la electricidad. ¿Qué quiere decir el escritor con la palabra “siente”? Que una fuerza gravitatoria o magnética o eléctrica, respectivamente, actúa sobre cada uno de los tres objetos mencionados. Sabemos ya a quien afecta cada uno de los tres campos, nos falta averiguar quienes los crean. Cualquier objeto -grande, mediano o pequeño- que tenga masa crea un campo gravitatorio a su alrededor; cualquier imán -o cuerpo que posea carga eléctrica y se mueva- crea un campo magnético; cualquier objeto que tenga carga eléctrica crea un campo eléctrico. 
¿Y cómo afecta esto a nuestro planeta? El campo gravitatorio terrestre no sólo nos atrae a nosotros, también mantiene nuestra atmósfera; si no hay suficiente gravedad, los gases que constituyen la atmósfera escaparían al espacio, como ha sucedido en la Luna. La gravedad también da forma, esférica, al planeta; y retiene a un satélite, la Luna, girando a su alrededor. El campo magnético terrestre no sólo sirve para mover las brújulas que nos facilitan la orientación, es el escudo que protege a nuestro planeta del viento solar, la corriente de partículas que emite el Sol; y también nos protege de los rayos cósmicos que nos llegan de allende el sistema solar; de no existir tal vez pudiesen vivir las bacterias, pero es dudoso que pudiesen existir animales o plantas en la superficie del planeta.
En el año 2024 un nuevo campo se ha hallado en nuestro planeta. Se probó la existencia de una caída de potencial eléctrico de medio voltio entre los 250 kilómetros y los 768 kilómetros de altura sobre el nivel del mar; significa que existe un campo electrostático planetario, denominado campo ambipolar, generado por la salida de electrones de la ionosfera -capa de la atmósfera- polar al espacio; tal campo impulsa al viento polar y es el origen de los iones de hidrógeno que abundan en la magnetosfera -región externa de la atmósfera-. Falta por averiguar cómo ha afectado a la evolución del planeta la existencia de tal campo eléctrico.

sábado, 31 de mayo de 2025

Motores de combustión y baterías


En menos de dos siglos los humanos vamos a convertir, en dióxido de carbono atmosférico, el carbono acumulado en el subsuelo -como petróleo, gas natural o carbón- durante cientos de millones de años. Si queremos minimizar el calentamiento climático global en el que estamos inmersos debemos descarbonizar la economía. Fijémonos en el transporte, responsable de la emisión a la atmósfera de la cuarta parte del dióxido de carbono. Se han encontrado dos posibles soluciones para descarbonizar el transporte: los vehículos eléctricos, movidos por baterías, y los vehículos de combustión, movidos con motores cuyo combustible es el hidrógeno.
Analicemos las ventajas e inconvenientes que presentan unos y otros. Los vehículos eléctricos ya están presentes en las carreteras de la Unión Europea. Los inconvenientes son conocidos: el precio y el largo tiempo que tarda en recargarse la batería; otros argumentos son la escasa abundancia de lugares de recarga y la menor autonomía. Si bien las baterías de litio no tienen futuro, por la limitación de la materia prima; las baterías de grafeno podrán sustituirlas y superar sus prestaciones, pues son capaces de cargar el ochenta por ciento de una batería de cien kWh en ocho minutos, y permiten autonomías de mil kilómetros; desgraciadamente, por ahora, su coste es alto.
La otra posibilidad consiste en mantener los motores de combustión, pero sustituyendo los combustibles fósiles por el hidrógeno, cuya combustión sólo genera agua. Ya conocemos las ventajas de los motores de combustión: rápido repostaje y autonomía. Analicemos sus inconvenientes. En cuanto al rendimiento, los motores eléctricos tienen un rendimiento en torno al noventa por ciento, los mejores motores de combustión no llegan a la mitad: los diésel cerca del cuarenta por ciento, los de gasolina un treinta por ciento, en ese tramo estarían los de hidrógeno. El hidrógeno combustible es un gas poco denso; por ello necesitamos presiones elevadas, setecientas atmósferas, para almacenar cinco kilogramos en un depósito. ¿Cómo se almacena el gas, sea en el depósito del vehículo o en una hidrogenera? Porque, además, es muy difusible, y una fuga de hidrógeno supone un riesgo de incendio, incluso con el vehículo parado. Para un futuro empleo masivo del hidrógeno la seguridad es un requisito fundamental: recuérdese la tragedia del dirigible alemán Hindenburg, que utilizaba hidrógeno para su sustentación. No es un problema menor obtener hidrógeno: porque en la atmósfera no hay. Por todo ello, el coste de estos vehículos es alto.

sábado, 24 de mayo de 2025

Misteriosos objetos en el universo joven


Ahora (dirás), ¡oír a las estrellas! ¡Cierto
Perdiste la cordura! Y yo te diré, sin embargo,
Que, para oírlas, muchas veces despierto
Y abro las ventanas, pálido de asombro…
Y conversamos toda la noche, mientras
La Vía láctea, como un palio abierto,
centellea. Y, al salir el sol, nostálgico y lloroso,
aún las busco en el cielo desierto.
Dirás ahora: ¡Alocado amigo!
¿Qué charlas con ellas? ¿Qué sentido
tiene lo que dicen cuando están contigo?
Y yo te diré: ¡Amadlas para entenderlas!
Pues sólo quien ama puede tener un oído
Capaz de oír y comprender a las estrellas.
Tanto los astrónomos profesionales como lo aficionados, quizá de una manera diferente a cómo propone el poeta brasileño Olavo Bilac, aman e intentan comprender las estrellas. Eso pretenden quienes, usando observaciones tomadas con el Telescopio Espacial James Webb, en el año 2024, identificaron tres objetos luminosos y muy rojos cuando el universo tenía el cinco por ciento del tamaño y edad actuales; entre seiscientos y ochocientos millones de años después del Big Bang. Hallaron que tales objetos están repletos de estrellas de cientos de millones de años; en otras palabras, los astrónomos descubrieron muchas estrellas viejas, en un universo joven. También encontraron enormes agujeros negros supermasivos, de cien a mil veces más masivos que el agujero negro supermasivo de la Vía Láctea y, por si fuera poco, anormales, en lo que se refiere a la radiación que emiten. Estos objetos encajan malamente en los modelos cosmológicos vigentes. La teoría propone que las galaxias y los agujeros negros que tienen en su centro evolucionan y viven juntos a lo largo de miles de millones de años; por eso carece de sentido el descubrimiento de un agujero negro supermasivo adulto viviendo dentro de una galaxia bebé. También dejaron perplejos a los físicos el tamaño, minúsculo, de los objetos recién descubiertos: apenas unos pocos cientos de años luz, aproximadamente mil veces menores que la Vía Láctea; y tienen tantas estrellas como nuestra galaxia, entre diez mil millones y un billón. Imaginemos ahora que comprimimos la Vía Láctea a ese tamaño, mil veces menor: la estrella más cercana a nosotros casi estaría en nuestro sistema solar y, a unos veintiséis años luz, visible en el cielo, estaría el agujero negro supermasivo del centro de la Vía Láctea. ¿Se ha percatado ya el sabio lector de la duda que ha penetrado en la mente los expertos?

sábado, 17 de mayo de 2025

¿Irradiar alimentos?


Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), irradiar alimentos no tiene efectos adversos para la salud; es una técnica eficaz y segura para eliminar patógenos. Desde 1990, se ha estudiado la seguridad toxicológica de los compuestos generados por la rotura inducida por la radiación de los triglicéridos (grasas) presentes en los alimentos: las 2-alquilciclobutanonas (2-ACB), siendo los más detectados la 2-dodecilciclobutanona (2-dDCB) procedente del ácido palmítico y la 2-tetradecilciclobutanona (2-tDCB) del ácido esteárico. Muchos estudios muestran su ausencia de toxicidad genética, sin embargo algunos resultados los contradicen; por lo tanto, continúa la investigación para confirmar su inocuidad. Prueba de la falta de consenso científico es que la normativa varía mucho: en Alemania sólo se permite la irradiación de las hierbas secas, las especias y los condimentos, y sólo a una dosis; en Brasil se permite irradiar todos los alimentos a cualquier dosis.
¿En qué consiste la técnica de irradiación? En exponer los alimentos a radiaciones ionizantes: generalmente electrones procedentes de aceleradores, o rayos X, o rayos gamma procedentes del cobalto sesenta o del cesio ciento treinta y siete radiactivos. Con diferentes dosificaciones: dosis menores de un kGy, entre uno y diez kGy, más de diez kGy. Si al cauto lector le interesa saber si el alimento que va a comer se ha irradiado fíjese en el símbolo internacional para distinguirlo: una planta dentro de un círculo verde, logotipo llamado radura.
Recordemos que las radiaciones ionizantes son las radiaciones cuya energía es capaz de romper las moléculas que forman las células. Existen varios tipos. Las radiaciones alfa, núcleos de átomos de helio procedentes de desintegraciones nucleares, son poco penetrantes: una hoja de papel o la piel nos protege. Las radiaciones beta, electrones o positrones, procedentes de desintegraciones nucleares, son más penetrantes: las detiene una lámina de aluminio. Los rayos gamma y los rayos X, radiaciones electromagnéticas procedentes, respectivamente, de desintegraciones nucleares o de capas externas de los átomos, son penetrantes: se necesita una lámina de plomo para frenarlas. Los neutrones son radiaciones muy penetrantes que rompen los núcleos atómicos; sólo algunos elementos, como el cadmio o el boro, los absorben. Una última aclaración, recuerde el lector aprensivo que quien come un plátano recibe una dosis de radiación ionizante de una décima de microSv, debido al potasio cuarenta radiactivo presente en el exquisito fruto; y que la radiación natural recibida de la Tierra es seis microSv diarios.