sábado, 14 de abril de 2018

Lecciones aristotélicas


Cualquier aprendiz de científico -de Biología, Física, Química, Geología o Astronomía- ha estudiado a Aristóteles; porque, con independencia de que sus ideas científicas fueran correctas en unos casos o erróneas en otros, fue pionero en aplicar la lógica a la observación; cuando se desarrollaron las matemáticas, se perfeccionaron los instrumentos y se depuró el método, la forma de obtener conocimientos del mundo natural no ha tenido rival. Los aprendices de periodismo, cine, política o abogacía estudian al filósofo griego, más si cabe, pero hay una diferencia básica: los conocimientos de Aristóteles, en su mayor parte obsoletos para los científicos, están vigentes y son esenciales para letrados y comunicadores. La Poética de Aristóteles es el tratado más importante de dramaturgia jamás escrito: en ella se describen los principios narrativos que buscan interesar al espectador, dicho en terminología moderna, se detalla cómo construir un guión de cine o televisión. En la Retórica -el arte de la persuasión- de Aristóteles está todo lo que hace falta saber sobre periodismo: desde los criterios para la duración de los discursos o cómo usar la metáfora, hasta las clases de discursos o cómo efectuar una refutación.
Aristóteles –y Platón- sostienen que la verdad científica existe –la llamaban filosófica- y que cualquiera está capacitado para encontrarla. En contraposición a ellos, los sofistas y comunicadores modernos defienden que la verdad no existe, nada puede conocerse con certeza, todas las opiniones son igualmente válidas, ciencia y magia son dos formas de verdad; el mejor discurso es el que triunfa en el debate a través de la persuasión. Platón rechazó la retórica -igual que los científicos-, pues pensaba que no hacía falta persuadir porque la verdad es obvia: erraba; los sofistas antaño y los abogados, políticos y periodistas hogaño saben que no triunfa la opinión verdadera, sino la que es defendida con mejores elementos retóricos; no gana quien tiene razón, sino quien persuade mejor al televidente, al tribunal o al electorado. La razón o la verdad son irrelevantes, sólo importa convencer a la audiencia. 
        Aristóteles consideró que la verdad existe y no se obtiene mediante la persuasión, sino con la ciencia; pero una vez hallada, nadie la tendrá en cuenta si no se defiende mediante la persuasión. Los científicos necesitamos imitar a Aristóteles: además de estudiar ciencia, también debemos aprender retórica para combatir la irracionalidad y erradicar la superstición.

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