Un erudito comentó
una vez, de una manera más o menos jocosa, que una tercera parte de los
esfuerzos de los físicos se invierten en elaborar teorías, otra tercera parte
en confirmarlas y el tercio restante en tratar de derruirlas. Si la historia de
la física consiste en un continuo proponer modelos para después desecharlos, entonces
-añado yo- no es más que una perpetua historia de desengaños. Por otro lado, si los
científicos consideran sus conocimientos como meros modelos explicativos de la
naturaleza, renuncian a saber lo que sucede en la realidad; cuanto más eficaz
resulte el modelo para hacer predicciones, más lo valoramos, aunque no sabemos si realmente los
hechos suceden como son representados; el modelo funciona, al menos hasta que
se encuentre otro mejor, pero es innecesario creerlo ajustado a la realidad. Tal metodología
genera una actitud relativista, cuando no decididamente escéptica, entre los estudiantes y profanos.
Las elucubraciones
anteriores me condujeron a indagar siquiera someramente sobre unos trabajos que
revolucionaron las matemáticas en la primera mitad del siglo XX. Kurt Gödel, un
genio alemán, buen amigo de Einstein y uno de los mejores lógicos de la historia, demostró dos teoremas cuyos enunciados,
simplificando un poco, dicen lo siguiente: el primero: en cualquier
formalización matemática (para que no proteste el experto lector debo
añadir que no contenga contradicciones y sea capaz de contener a los números naturales) se
puede hacer una afirmación que ni se puede demostrar ni refutar; y el segundo:
un sistema lógico (que reúna las mismas condiciones anteriores) no puede demostrarse que lo sea sin salirse de él.
Resumiendo, las matemáticas son un gigante cuyos pies -quiero decir,
fundamentos- ni siquiera están hechos de barro, sencillamente, no existen. Y
esta pesimista conclusión me sugiere una pregunta: ¿podremos resolver, ahora o
en el futuro, todos los problemas físicos? Si el universo fuese equivalente a
un espacio matemático ideal, los teoremas de Gödel aseguran que siempre
habría cuestiones cósmicas irresolubles. ¿Qué opinaba su autor? El genial matemático creía
(así se lo comentó a Marvin Minsky) que los seres humanos tenemos un modo
intuitivo de llegar a la verdad, además de la manera computacional, y que, por lo
tanto, sus teoremas no limitan lo que podemos saber como cierto. ¡Menos mal!
Confío en que el perplejo lector, como yo, respire aliviado.
Estimando amigo
ResponderEliminarSin duda Gödel fue unos de los más importantes lógicos y matemáticos de la historia, pero también hizo algunas aportaciones a la física; halló una solución de las ecuaciones de la relatividad general de Einstein (universo de Gödel), que no describen nuestro universo.
Saludos
Estimado amigo
ResponderEliminarSobre la fealdad o belleza de las matemáticas no te voy a contestar con las palabras de un científico, ni con las de un matemáticos, sino con las que escribió el poeta portugués, Fernando Pessoa:
"O binómio de Newton é tão belo como a Vénus de Milo.
O que há é pouca gente para dar por isso".
Ningún experto podría decirlo mejor.
Saludos
Estimado amigo
ResponderEliminar1º No estoy seguro que las matemáticas o las humanidades (también llamadas ciencias humanas o sociales) sean ciencias, entendiendo por ciencia lo que los expertos en ciencias naturales entienden por ciencia; es más me inclino a pensar que no lo son.
2º Para calificar de ciencia un saber tendría que basarse en la observación y experimentación para crear conocimientos; conocimientos que pueden sistematizarse con las matemáticas; conocimientos con los que puedan hacerse predicciones y ser falsables. Por eso entiendo que no podemos incluir las matemáticas en el campo de la ciencia.
3º Todo depende cuanto restrinjamos o ampliemos el concepto de ciencia. En sentido laxo cabrían las ciencias sociales, las ciencias naturales y las matemáticas; en sentido restringido, que entiendo es el acertado, sólo cabrían las ciencias naturales.
Saludos