sábado, 19 de mayo de 2018

Clima cálido, Europa fría


Nueva York y Lisboa tiene la misma latitud, Montreal y La Coruña también, sin embargo la temperatura en las ciudades americanas es mucho más baja que en las europeas y allí abundan las nevadas en invierno. No hay ciudad en América de tamaño similar a Londres, Oslo y Estocolmo con similares latitudes. ¿Por qué? La responsable del clima excepcionalmente cálido de Europa Occidental no es la corriente del Golfo, sino la cinta trasportadora oceánica –o circulación termohalina-, un movimiento interno del agua en los océanos que recorre todo el planeta; se trata de una corriente que distribuye el calor solar que recibe la Tierra, trayendo el agua cálida del ecuador hacia el Ártico. Los vientos del oeste, calentados en el océano Atlántico, se encargan de templar la costa europea. Obviamente, si la cinta transportadora se detuviese, la temperatura en Europa Occidental descendería bruscamente, y los inviernos templados se tornarían gélidos, como los canadienses.
En el Atlántico la cinta transportadora oceánica lleva agua cálida -de baja densidad- de las regiones ecuatoriales a las polares nórdicas; durante el camino el agua se va enfriando –y volviéndose más densa- hasta que, en el Ártico, cae al fondo del océano y desde allí se traslada nuevamente hacia el sur. El calentamiento global de la Tierra está fundiendo los hielos árticos e introduciendo un gran volumen de agua dulce en el océano Ártico; en consecuencia, la salinidad del agua disminuye y su densidad también; podría ocurrir entonces que el agua alcanzase una densidad tal que fuese insuficiente para hundirse en el océano: la corriente oceánica podría detenerse. Paradójicamente, el efecto inmediato en Europa no sería el calentamiento, sino el enfriamiento. Y existen precedentes. Disponemos de pruebas concluyentes -en el hielo y en las rocas- para afirmar que las corrientes oceánicas termohalinas se detuvieron en el pasado: hace trece mil años, grandes glaciares se fundieron debido al aumento de temperatura. Los cambios en la densidad del agua marina detuvieron las corrientes oceánicas termohalinas y provocaron que algunas partes del mundo soportaran temperaturas inferiores a cero grados durante más de un milenio.

En conclusión, el enfriamiento local, paradójica consecuencia del calentamiento global del planeta, podría provocar una nueva edad de hielo en Europa. ¿La población europea occidental está preparada para afrontar inviernos como los de Moscú? Piense el lector previsor en la agricultura, en el aislamiento de los edificios, en su vestuario o en la adecuación de las carreteras.

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