Año
79: la curiosidad por observar la naturaleza empujó al naturalista Plinio el
Viejo a Pompeya (Italia), cuando el Vesubio estaba en erupción: los gases
volcánicos lo asfixiaron. La misma curiosidad, casi dos milenios después, condujo
al geólogo David Johnston al Monte Saint Helens (EE.UU.) cuando ocurrió la
erupción de 1980: fue sepultado por la nube ardiente. ¿Ha avanzado nuestra
capacidad para predecir las erupciones volcánicas?
La
predicción volcánica tiene dos componentes: la historia del volcán y las
señales precursoras de una erupción, tales como movimientos sísmicos, elevación
del terreno, aumento del potencial eléctrico, alteraciones del campo magnético y
emisión de gases. Aunque carecen de la capacidad destructiva de los seísmos,
algunos volcanes son peligrosos: el índice de explosividad volcánica (IEV) -una
escala de cero a ocho que guarda relación con la cantidad de material arrojado-,
mide su peligrosidad. Una correlación maravillará al profano lector: las
erupciones cuyo IEV es inferior a dos ocurren antes que un volcán cumpla diez
años de reposo; la cuantía de la calma supera el milenio en las erupciones cuyo
IEV supera cinco; en conclusión, cuanto más tiempo lleve un volcán dormido más
peligroso será: la historia es importante.
Desde
la primera erupción documentada, la del Vesubio en el año 79, hasta hoy, la erupción
que ha causado más víctimas es la del Tambora (Indonesia) en 1815; Laki
(Islandia) en 1783, Krakatoa (Indonesia) en 1883, Monte Pelée (Antillas) en
1902 y Nevado del Ruiz (Colombia) en 1985 le suceden en la macabra escala de
óbitos: ochenta mil la primera, treinta mil la última. A pesar de los muertos,
los IEV del Nevado del Ruiz y Monte Pelée se quedaron en tres y cuatro,
respectivamente. Los dos curiosos vulcanólogos murieron en erupciones con IEV
cinco. El IEV del Laki y del Krakatoa llegó a seis, valor que sólo alcanzaron
tres erupciones en el siglo XX. Dos únicas erupciones llegaron a siete en los
dos últimos milenios: Tambora y Taupo (Nueva Zelanda) en el año 186; el mismo valor
que alcanzó la erupción del Thera en 1620 a.C., que probablemente acabó con la
civilización cretense y origino el mito de la Atlántida. Se requiere un supervolcán
para llegar a un IEV ocho: la erupción de Toba, hace entre sesenta y nueve mil
y setenta y siete mil años, afectó a todo el planeta ocasionando un invierno
volcánico tras disminuir la temperatura media mundial de tres a cinco grados, quince
en altitudes altas. Y tales erupciones se repetirán.
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