sábado, 11 de noviembre de 2017

Atún rojo

El atún rojo ocupa el primer lugar en la lista de pescados más deseados del mundo para la alimentación, pero también ocupa el mismo puesto en otra nefasta lista, probablemente, es el pez de gran tamaño más amenazado de extinción. Los atunes, que cruzan el Atlántico recorriendo más de ocho mil kilómetros, habitan en una amplia zona del planeta; su aerodinámico cuerpo está tan optimizado para nadar que, cuando los ingenieros diseñaron un pez mecánico, lo tomaron como modelo; y aún tenemos que aprender de él más secretos: deseamos averiguar sus sorprendentes habilidades para la navegación que siguen siendo un misterio. Los atunes rojos se cuentan entre los animales más rápidos del planeta pues alcanzan velocidades de más de ochenta kilómetros por hora cuando persiguen a sus presas -arenques, anchoas, sardinas y caballas- o cuando escapan para evitar su captura. Mientras que la mayoría de las más de veinte mil especies de peces tienen sangre fría, este pez es capaz de mantener caliente su más de media tonelada de masa, y no importa que se sumerjan centenares de metros en las frías profundidades marinas para capturar sus presas. Veloces depredadores que, como lobos, pueden cazar en manada, los atunes rojos (Thunnus thynnus) han podido hacer lo que les daba la gana en los mares… hasta ahora. 
El atún rojo, desde el tiempo de los fenicios, griegos y romanos, un alimento en la dieta Mediterránea, hoy es consumido sobre todo por los japoneses. Lamentablemente la popularidad del sushi y del sashimi ha devastado las poblaciones de este formidable pez; el mercado japonés devora sesenta millones de kilos anuales, tres cuartas partes de las capturas mundiales. La sobrepesca del atún rojo –repetimos, el pez de gran tamaño más amenazado del mundo- ha diezmado sus poblaciones en los océanos Atlántico, Pacifico, Índico y empujado la especie a la extinción. ¿La causa? Los entes reguladores internacionales han establecido laxas cuotas de captura, Japón compra peces sin importarle dónde y cómo se hayan pescado y las flotas ilegales hacen caso omiso de cuotas, fronteras o restricciones. Resultaría bueno para la especie, y también para sus consumidores, que la pesca de túnidos no se practicara de manera tan implacable. Si bien existen incertidumbres, la mejor y más reciente (2010) estimación de existencias indica que ha habido una disminución global de entre el veintinueve y el cincuenta y uno por ciento de la biomasa en los últimos decenios. 

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