Los
antropólogos aseguran que los humanos diferimos de nuestros parientes primates
más cercanos en tres rasgos anatómicos esenciales que aparecen en el registro
fósil: un cerebro de gran tamaño (1230 centímetros cúbicos), locomoción bípeda (andamos
sobre dos pies) y una mandíbula remodelada. ¿Qué provocó estos cambios?
La
evolución del cerebro atrae una atención especial porque parece obvio que el
éxito de nuestra especie se debe, sobre todo, a su inteligencia y resulta
lógico que ésta tenga alguna relación con el volumen cerebral; pero el análisis
de este rasgo anatómico es una cuestión compleja porque también depende del
tamaño del cuerpo. Si deseamos comparar capacidades craneales de diferentes
mamíferos debemos eliminar el efecto correspondiente al tamaño corporal; una
vez hecho esto, sí se puede afirmar que los humanos tenemos cerebros más
grandes que los otros animales. Se han elaborado varias teorías para justificar
el motivo del aumento desmesurado de la capacidad craneal: la fabricación de
útiles, la búsqueda de alimentos o la complejidad social, pero ninguna ha
reunido pruebas suficientes para convencer a todos los expertos. Una nueva tesis,
diseñada por Robert Martin, se va abriendo paso: puesto que el cerebro es un
gran consumidor de energía, el factor principal del aumento de su tamaño debe
haber sido el incremento de la capacidad para captar energía, o, dicho de otra
manera, la facultad de los humanos primitivos para encontrar y explotar recursos
alimentarios de alto contenido energético; este cambio, que también requiere innovaciones
en la locomoción y una remodelación de la dentición, conecta los tres
principales hitos biológicos conseguidos por los seres humanos que hallamos en
el registro fósil.
En
conclusión, parece que el factor crucial en lo referente al aumento del volumen
cerebral reside en el abundante suministro de energía que necesita el órgano
para su desarrollo y funcionamiento. Asimismo, esta conexión ayuda a explicar algunos
hallazgos enigmáticos concernientes a los humanos modernos: sabemos que los
Neandertales tenían una capacidad craneal superior a la de los Homo sapiens y
que, en los últimos veinte mil años, el período donde se han producido los más
notorios avances de la cultura humana, la capacidad craneal humana no sólo no
ha aumentado, sino que ha disminuido. Además, ningún investigador ha hallado
una correlación directa entre el tamaño del cerebro humano contemporáneo y su grado
de inteligencia. ¡Y mira que lo han buscado!