sábado, 19 de agosto de 2017

¿Existe el yeti?


El pensamiento arcaico mesopotámico concebía la historia humana como el resultado de conflictos divinos. La guerra de una ciudad contra otra era una pugna entre sus dueños, los dioses. Cuando las hordas elamitas asolaron Ur, los sufridos urbanitas no tuvieron que buscar razones políticas o económicas para entender la destrucción de su urbe; la explicación era otra: la asamblea de los dioses, que rige el destino del universo, había causado el estropicio. Hace ya más de dos milenios, por vez primera, algunos individuos tuvieron una idea revolucionaria: pretendieron entender los sucesos naturales sin recurrir ni a los mitos ni a los dioses; pensaron que podían explicar los procesos de la naturaleza con el único auxilio de la razón y la experiencia: en eso estamos.
¿Existe el yeti? Haré la pregunta de una manera científica. ¿Existe alguna prueba incontestable que nos permita concluir que existe el abominable hombre de las nieves? No, la contestación es breve y rotunda. Los crédulos sólo cuentan con relatos inventados; historias que describen al yeti como un simio gigante bípedo localizado en los bosques del Himalaya. El escritor hace un breve inciso para aclarar que estima posible que el bicho visto entre brumas podría ser un oso pardo tibetano. Descartado un abominable hombre de las nieves vagando por las montañas; puedo asegurar que un simio gigantesco existió y que un antepasado nuestro debió haberlo conocido… hace cien mil años. En el año 1935, el paleontólogo Ralph von Koenigswald halló un fósil; su análisis no dejó alguna duda: había descubierto una especie de simio gigante. La bautizaron Gigantophitecus, no podían nombrarla de otra manera pues, con tres metros de altura y de trescientos a quinientos kilos peso, tenía dos o tres veces el tamaño de un gorila. El primate más grande que vivió en el planeta, un herbívoro cuya dieta se asemejaba a la de los orangutanes, sus parientes vivos más cercanos, vivió desde hace un millón de años hasta hace cien mil, en India y China; cabe pensar que allí habría convivido con nuestros antecesores Homo erectus. Suponemos que las razones principales de su extinción fueron los cambios climáticos; durante la última glaciación disminuyó la extensión de los bosques en los que vivían y, por lo tanto, se redujo la disponibilidad de su alimento.

Ya que no en el presente, espero que la existencia del yeti en el pasado haya consolado a los supersticiosos.

4 comentarios:

Lodo dijo...

(I parte)

Gracias por el blog.
Los temas resultan muy atrayentes, a mí me gustan especialmente los de astronomía y física, también los de antropología, materia sobre la que te prodigas y que para los no versados en las profundidades científicas es un acierto porque nos permite meter la cuchara. Hay un enfoque lúdico y de sentido del espectáculo.
Me llamó la atención la página dedicada al Yeti y el planteamiento de su existencia desde un modo científico; es un enfoque extravagante e inédito. ¿Hay una prueba incontestable? Se advierte tu habilidad socrática, dejas que el lector, en su cabeza, conteste no y lo subrayas con un movimiento de florete dialéctico breve y rotundo. Efectivamente no la hay.
¿Qué significa “Yeti”?. Criatura desconocida con la apariencia de un simio gigante observado en el Himalaya. La descripción se refiere a una apariencia ofrecida por testigos. Es relevante para la definición: describe una apariencia a través de un testimonio precipitado e impreciso. Al significante “Yeti” no le corresponde un referente físico, la única aproximación la extraemos de “lo que vieron los testigos”, una entidad altamente vaporosa. Un concepto difuso sin límites semánticos. Al carecer de más información el término es forzosamente de bordes indefinidos, carece de cierre categorial, su correspondencia física es amplia y diversa, una suerte de incógnita matemática. La definición es tan imprecisa que depende de la voluntad del hablante cerrar un significado u otro. El referente puede obedecer a dos tipos de criaturas:
1.-El Yeti es una nueva especie de simio
3.-El Yeti es un oso, simio o humano con un tipo de malformación (gigantismo) que confundió a los observadores
Las dos acepciones son congruentes con la definición y no podemos descartar ninguna comportándonos de modo científico. Hay que atender a una cuestión epistemológica previa: ¿La existencia del Yeti es un problema apriorístico o empírico? ¿La ciencia puede decir algo aplicando principios generales o tiene que aceptar que es un dilema empírico y pertenece al escrutinio de los testimonios y las pruebas?
Examinemos los dos referentes. La primera afirma que sobrevive una especie de simio gigante taxonómicamente diferente a los estudiados hasta ahora. La nueva especie sobrevive en un entorno aislado y alejado de la presencia humana, al límite de la supervivencia y compuesta de muy pocos individuos. Arsuaga propone un apriorismo para refutar la nueva especie: una comunidad de simios necesita un entorno selvático y rico en frutas, y al no darse en el Himalaya concluye que la nueva especie no existió; además en todas las poblaciones estudiadas los simios son individuos de pequeño tamaño. Este a priori refuta la tesis del Yeti como especie nueva del Himalaya, no una nueva especie de otro animal que pudiese ser confundido con un simio, un oso por ejemplo. Esto no resuelve el problema, refuta una de las muchas posibilidades, la definición dice “que se parece a un simio” no que lo sea, ninguno de los observadores tenía la competencia taxonómica para comprobarlo.
La segunda es la más probable, una observación de un ser natural con una anomalía anatómica que ha confundido al observador, un oso como tu apuntas, humanos incluso con algún tipo de síndrome.

Lodo dijo...

(II parte)
En los dos casos la única corroboración se obtiene de la indagación empírica, los aprioris como el de Arsuaga refutan tipologías singulares pero no resuelve el problema. Estudiar el problema científicamente, como propones, hace obligatorio examinar los testimonios y pruebas factuales, no se deja resolver por reducciones al absurdo.
Hay un conflicto epistemológico, quieres resolver una cuestión empírica con un proceder apriorístico. En las páginas de Física o química del blog no tienes ese problema porque las teorías y los datos se validan constantemente, en cuestiones de Antropología o Psicología la relación es más delicada. Los testimonios no se pueden rechazar arbitrariamente “relatos inventados para los crédulos”, formular con precisión las teorías (niegas categóricamente que se trate de una nueva especie pero eso no resuelve el problema) y la nueva teoría debe sortear todas las dificultades anteriores (el oso pardo tibetano debe tener rasgos que lo alejen de la categoría oso y la aproximen a la de simio).
¿Qué falsearía la existencia del Yeti? Pruebas empíricas, por ejemplo demostrar que todas los avistamientos fueron fraudulentos, ninguno más, los apriorismo de Arsuaga refutaría algunas clases de animales, no todas.
El problema es una trampa del lenguaje en la que inconscientemente caes. El concepto de Yeti descansa en una amplitud sin bordes que va desde un simio u oso, con alguna malformación congénita, hasta una pequeña comunidad humana aquejados de gigantismo que se tuvieron que refugiar en las montañas por la hostilidad de sus vecinos. La amplitud e inexactitud del término da pábulo a todas las especulaciones como ocurre con todas las definiciones abiertas.
Resumiendo.
1.-El Yeti es un problema empírico entonces para tratarlo científicamente hay que mancharse las manos con datos fácticos
2.-Acotar los significados del concepto
3.-La nueva teoría debe dar más explicación que la anterior. El oso pardo “naturaliza” el problema y lo reduce a explicaciones científicas plausibles sin recurrir a la extravagancia de las nuevas especies y añade que puede mantenerse bípedo cierto tiempo, lo que no explica es la confusión de los lugareños o de alpinistas como Pérez de Tudela, ni su gran tamaño. A la categoría de oso hay que sumarle alguna variante.
Aún no tengo tu capacidad de síntesis.

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

Los mitos no existen, mejor dicho, no existen como fenómenos naturales, son ficciones inventadas por la mente humana. Ahora bien podemos buscar la causa por las que la mente humana elaboró esas bellas ficciones: y eso puede hacerlo la ciencia.

¿Existe el yeti? No, rotundamente no, es un mito. Y para ello no necesito definir el yeti, como no necesito definir un dragón para negar su existencia real; en cualquier caso en el diccionario de la RAE puedes leer el significado de ambas palabras. ¿Por qué niego su existencia real? Porque la carga de la prueba cae sobre quien imagina. Una vez alguien me preguntó si era posible que algunos dinosaurios evolucionaran hacia la inteligencia; la negación es contundente y la prueba de su estupidez es, además de pertenecer a un grupo de animales no inteligente, la carencia de pruebas de su inteligencia. ¿Hay pruebas para pensar que existe el yeti o los dragones? No, por tanto no existen en la naturaleza.

Aclarado esto puedo emitir una hipótesis para explicar la existencia del mito. Por ejemplo, existen los dragones en la mitología China porque en el desierto de Gobi existen muchos fósiles de dinosaurios y resulta fácil convertir la visión de un monstruoso fósil en un dragón para las mentes iletradas y supersticiosas de hace cientos o miles de años.
La hipótesis sobre el yeti que propone la existencia de una tribu humana de gigantes o enanos es una hipótesis científica y, como tal, puedo refutarla. ¿Dónde están los fósiles de tales personas? No existen, por tanto no existe ningún argumento para asegurar su certeza.
Hipótesis del oso: existen los osos, los osos se ponen a dos patas en el momento de atacar, en las montañas existe niebla y bruma, y en tales condiciones se puede confundir el animal como la figura de un humano gigante. La explicación (natural) que propongo explica todas las características del mito. Por tanto, a falta de una hipótesis mejor me parece la mejor explicación; y esto no significa certeza absoluta. Sí, significa certeza, en cambio, la negación de la existencia del yeti como ente real.

Saludos cordiales.

C. Armesto dijo...

Estimado amigo

En el diccionario de la Real Academia Española de la lengua se define el yeti como "Supuesto gigante antropomorfo, del cual se dice que vive en el Himalaya." Nada tengo que añadir.

Saludos