La
orientación de una brújula me parece un fenómeno casi milagroso; sin embargo,
sé que se debe al campo magnético de la Tierra; un magnetismo cuya intensidad ronda
las cincuenta millonésimas de tesla (prescinda del nombre de la unidad y
compare los números el displicente lector); a una centésima llega un imán de
los que se usan para adherir adornos a la nevera; los más potentes
electroimanes artificiales alcanzan unas cuantas decenas; apenas nada comparado
con un púlsar, de los habituales que observa un astrónomo, que llega a los cien
millones; superados por los cien mil millones de teslas que alcanzan los
magnetares, que así se denominan unas excepcionales estrellas de neutrones que
expulsan, en el mínimo tiempo que dura un rayo en cruzar el cielo, enormes
cantidades de energía en forma de rayos X y radiación gamma.
Los
astrónomos saben que las estrellas cuya masa supera las diez masas solares
explotan como supernovas dejando como residuos un agujero negro o una estrella
de neutrones; pero sospechan que no son las estrellas más masivas quienes
producen las supernovas más potentes, más bien al contrario, las estrellas de
mayor masa, monstruos de trescientas a mil masas solares, antes de colapsar y
formar un agujero negro, pueden ocasionar explosiones hasta cien o mil veces más
tenues, que algunos científicos ya han bautizado como subnovas. El intensísimo brillo
de algunas supernovas, entre cien y mil veces superior al de una supernova
corriente, no depende de la masa, sino de la rápida rotación; si una estrella
de diez o algo más masas solares rota muy deprisa antes del colapso puede originar
un magnetar. Su energía de rotación produciría una supernova ultraluminosa, ultranova
que indicaría, por lo tanto, el nacimiento y rápido frenado de un magnetar que
gira a gran velocidad.
Nada
habría que añadir a lo descrito si no fuera porque el campo magnético superior
a cuatro mil millones de teslas que hay en la superficie de un magnetar vuelve
anormal al espacio cercano: el vacío se comporta como si fuese un cristal de
calcita, se hace birrefringente diría el experto; un fotón de rayos X, por
ejemplo, que por allí circulara se separaría en dos o dos fotones se fundirían
en uno; por si fuera poco, los átomos se deforman, se convierten en cilindros
alargados, concretamente, a los diez mil millones de teslas un simple átomo de
hidrógeno se haría doscientas veces más estrecho que largo. ¡Qué ya son ganas
de incordiar!
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